
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De lección
Cambio de sentido
Presupuestos ideológicos, chiringuitos ideológicos, ideología de género, ideología woke, postura ideologizada, ¿y tú me lo preguntas? Ideología eres tú. A diario, sin pausa, asistimos al apedreamiento de los unos (quienesquiera que sean/seamos) a los otros (quienesquiera que seamos/sean) con el término “ideología” o el apelativo puntiagudo de “ideológico”. Me pregunto si quienes los emplean contra los demás son conscientes de que Marx, a quien dios tenga en su gloria, les sonríe. Su noción de ideología como conjunto de ideas y creencias alienantes ha triunfado como Los Chichos y se ha extendido con lubricidad. La ideología, más aún que el infierno, ¡ay, Sartre!, siempre son los otros. Nosotros no, nosotras jamás, nosotros nunca. Partimos de que lo que nosotros pensamos carece de marca ideológica y, así, todo lo que se distancie de nuestra verdad tendrá la categoría peyorativa de ideológico. (Cuántas veces catalogan, sin ir más lejos, el liberalismo como no-ideología). Al truco se le ve mucho el cartón. Mas pocos resisten a la tentación de tan mullidita trampa: está ideologizado quien no piensa como yo.
Lo que hay, en todo caso, son ideologías e ideologías. Unas abogan por limpiezas étnicas y otras por los derechos de la infancia; otras por no hay más dios que el mío y otras niegan cielo arriba; unas ejercen la prevalencia del varón y otras la igualdad real entre mujeres y hombres; unas ponen por delante el dinero y otras a las personas; unas huelen a ropero cerrado y otras a entendimiento… Siendo todas ideología, esto es –voy al diccionario– el “conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político”, no son equivalentes y algunas ni siquiera respetables. Cómo afirmar esto sin etnocentrismo, me preguntarán. Acudiendo a los consensos como el de –pongo por caso– los derechos humanos, las libertades o la preservación de la naturaleza, asuntos estos sistemáticamente vulnerados, pero también más o menos amparados por amplias comunidades de diferentes culturas. Pues hasta esto se nos ha caído, o se nos está cayendo de entre las manos. La supuesta no-ideología comienza a ser sin disimulo la extrema ideología de un poder cada vez con menos contrapesos, la fiereza de “lo único válido es lo mío, y lo impongo”; la mentira de que todos menos yo son pura ideología. No hay mundo más y peor ideologizado que el de los que dicen de sí no tener ninguna ideología.
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