Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Crónicas levantiscas
La política fiscal es el parteaguas que aún marca la tenue diferencia entre la derecha y la izquierda, y en ese tejado se ha quedado colgado Pedro Sánchez, mirando de un lado al PNV y a Puigdemont y del otro a Podemos, los tres imprescindibles para aprobar los Presupuestos Generales de 2025, la llave de oro para que se consolide la legislatura más paradójica de cuantas hemos vivido desde la Transición: la economía española es la mejor de los países de la OCDE pero España parece que se va. Nuestro pesimismo secular resiste. Pero más que de ideologías y de programas, los partidos van de intereses y entre los aliados del Gobierno hay uno que ha visto en la situación actual una ventana de oportunidad para resarcirse de sus enemigos y rescatarse de las cenizas. Y no es Junts, sino Podemos, la sociedad muy limitada de Pablo Iglesias.
Junts también es puro interés, mira por el particular de Puigdemont y por los de la variada industria catalana pero no está nada claro que a estos independentistas le convenga que haya unas elecciones generales en 2025. Claro está que se encuentran en la transición entre el PSOE y el PP, que creen que los populares sí podrán arreglarles los problemas judiciales de la amnistía, pero ese quiebro belmonteño necesita de mucha cochura y mientras Sánchez les valga, lo seguirán explotando, aunque es posible que el próximo Gobierno de Alberto Núñez Feijóo no descanse en Vox, esa caricatura del pasado, sino en el PNV y Junts a la manera del primer Ejecutivo de José María Aznar.
Para Iglesias la oportunidad es magnífica, la caída de Errejón huele a Shakespeare, se respira una venganza literaria. Sumar ha dejado de existir, lo de Yolanda Díaz ya no tiene remedio y, ante este vacío, es muy probable que Iglesias en compañía de Antonio Maíllo contemple la estrategia de dejar morir la legislatura para regresar al Congreso con un grupo notable. Si es para volver a gobernar junto a Sánchez, bien, y si es para estar en la oposición, mejor, porque ésa es la naturaleza de la sociedad muy limitada, ir a la contra sin asumir ningún compromiso.
María Jesús Montero es como la diosa Shiva, le faltan brazos para tratar de resolver la singularidad fiscal con ERC, el impuesto a las eléctricas con Junts, el de la banca con el PNV y, además, convencer a Juan Espadas que dé un paso al lado sin que la cuestión andaluza la termine por comprometer. Montero sostiene que podrá cuadrar el sudoku en la primavera de 2025, pero Pablo Iglesias se guarda esa llave: sólo hay una persona a la que odie más que a Pedro Sánchez, a Yolanda Díaz. Ni Maíllo ni Montero podrán contener su ira.
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