Paola / Tobalina

De la inmortalidad

Tierra de palabras

DICE Cicerón (esta es una traducción libre): "Existe de hecho, jueces, una ley no escrita, sino innata. La cual no hemos aprendido, heredado, leído, sino que de la misma naturaleza la hemos agarrado, exprimido, apurado. Ley para la que no hemos sido educados sino hechos; y en la que no hemos sido instruidos sino empapados".

Dice Holderlin en su Hiperión: "El Estado no es más que la ruda corteza que envuelve el meollo de la vida. Es el muro que rodea el jardín de los frutos y flores humanos. Pero ¿de qué sirve el muro que rodea el jardín cuando el suelo está seco? En este caso, la única ayuda es la lluvia del cielo".

Dice Beethoven: "¡Oh, hombres que me creéis hostil, terco o misántropo, qué injustos sois conmigo! No sabéis la causa oculta de lo que así os aparece. Mi corazón y mi espíritu estaban inclinados desde mi niñez a un sentimiento delicado de benevolencia; siempre estuve dispuesto incluso a realizar grandes hechos… Me pareció imposible abandonar el mundo antes de haber hecho todo lo que estoy dispuesto a hacer".

Dice Roberto Iniesta, lider de Extremoduro, en el Tercer Movimiento de La ley innata: "Se volvió a gusano, mariposa, cansada de volar y no poder arrastrarse al fondo de las cosas, a ver si dentro puede comprender"

…Pasan los siglos, pero no para el inmortal espíritu. Así que lo que decía Cicerón toma vida en la portada del CD de Extremoduro y fácilmente podría haber sido una de sus letras. Y las palabras dichas por Beethoven bien pueden ser ahora de Roberto y viceversa. Y porque igual de impetuosa sería la aparición de la Sonata para piano nº 8, La Patética de Beethoven en su época como lo es La ley innata de Extremoduro en la nuestra; una "suite rockera" que consigue justo lo que argumenta un artículo de José Luis Pardo: "rebuscar en la basura hasta encontrar esos residuos de sensibilidad y de entendimiento que la sociedad ha ido desechando". Justo lo que hizo Beethoven hallando el camino que conduce de lo humano a lo divino.

Y ambos genios, en todo semejantes, escupen esa ley innata de la que habla Cicerón en la que no fueron instruidos sino empapados para poder descargar la ansiada "lluvia del cielo" de la que habla Hiperión, soportando todo el peso espiritual de su misión: convertir la tragedia personal en deleite de todo el género humano.

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