Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Diafragma 2.8
No recuerdo bien su nombre, creo esbozar a retazos que respondía a la voz de Anselmo. Corrían los 90 y nos conocimos café por medio en el barco que cubría Almería con Orán (Argelia), con entre diez y doce horas de trayecto. Según me confesó, él nunca había salido de su pueblo, Chinchón, una localidad de Madrid. Era la primera vez que veía el mar, ese era su bautismo marítimo. Yo iba a cubrir un reportaje y me llamó mucho la atención que se tiró todo el tiempo en cubierta, lo disfrutaba tanto como un niño el día de Reyes. Nos despedimos en el Puerto y nos intercambiamos dirección postal y teléfonos fijos (el móvil era todavía una utopía). Ese fue su particular viaje a Ítaca. Ayer, buceando entre archivos, me lo encontré de nuevo en esta fotografía que le tomé. No volví a saber de él y sigo pensando como el poeta: "La importancia de disfrutar el camino, cualquier camino, y no solo añorar el objetivo".
También te puede interesar