Juventud, ¿divino tesoro?

La esquina

18 de agosto 2024 - 03:08

El Consejo de la Juventud de España tiene en funcionamiento un llamado Observatorio de Emancipación. El Observatorio ha observado –analizado y encuestado– que aquí no puede emanciparse nadie. Bueno, casi nadie: siete de cada diez jóvenes ocupados seguían viviendo con sus padres en 2023. La edad media de emancipación de la juventud fue de 30,4 años, cuatro años más que la media europea. En realidad, ya había superado el umbral de paso a la edad adulta según los expertos (29).

El problema es tan fácil de explicar como difícil de resolver. Buena parte de los trabajos juveniles son precarios y mal pagados. El coste de las viviendas está muy por encima de los sueldos percibidos por los jóvenes asalariados, tanto si son en propiedad como alquiladas. Comprarse una casa es directamente imposible para la inmensa mayoría: cuesta más al mes de lo que ganan. Alquilarlas tampoco está al alcance de muchos debido al aumento ininterrumpido de las rentas de los alquileres por, entre otras cosas, la presión de los pisos turísticos. Queda la posibilidad de compartir vivienda alquilada entre dos, tres o cuatro jóvenes inquilinos, pero ¿qué clase de emancipación es esa? ¿Qué proyecto de futuro y de vida independiente se puede construir en estas condiciones? En la vida actual es más confortable y cálido permanecer en casa de los padres que cuchitril con varios amigos o compañeros más o menos conocidos (entre otras cosas, porque los padres de ahora no son como los de antes, ni tampoco las relaciones familiares).

Si bien se mira, el sector social más vulnerable en el estadio actual del capitalismo no es la clase obrera. Son los jóvenes de clase media y baja (de los de clase alta ya se ocupa papá), los jóvenes autónomos y los jóvenes del mundo rural. Mientras más se les halaga en peor situación se encuentran. Hace unos años las cosas parecían montadas pensando en los jóvenes, ahora la balanza se inclina claramente a favor de los mayores. Quizás tiene que ver con el envejecimiento. Los mayores son muchos más y votan más. Los jóvenes dejan mucho que desear como grupo de presión.

Este problema sí que merecería un pacto de Estado. Un pacto social e intergeneracional que permita, por ejemplo, destinar más recursos públicos a aliviar la situación laboral y de vivienda de los jóvenes y algo menos a subir las pensiones todos los años a los jubilados (no las más bajas, sino todas). Ningún partido se atreverá siquiera a sugerirlo.

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