
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De lección
La ciudad y los días
Francisco ha recibido críticas y aplausos venenosos. Las críticas han sido, por desgracia, intra Ecclesiam y los aplausos, en muchos casos, extra Ecclesiam e incluso contra Ecclesiam. Le han criticado desde dentro tanto como a Pablo VI, a quien le tocó continuar el Vaticano II y poner en obra sus decisivas reformas. Los “progresistas” que exigían más cambios y los “reaccionarios” que se oponían a ellos le atormentaron hasta tal punto que en su alocución del 29 de junio de 1972 denunció que “por alguna fisura ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios (…) para perturbar, para sofocar los frutos del Concilio Ecuménico, y para impedir que la Iglesia prorrumpa en el himno de alegría por haber recobrado plenamente la conciencia de sí misma”.
El caso de Bergoglio –primer papa latinoamericano, primer papa jesuita y primer papa que escogió el nombre del pobre de Asís– es distinto porque a las críticas internas se sumaron los elogios externos de quienes le aplaudían cuando hablaba de salir a las periferias, de los más desfavorecidos o del cambio climático, pero le insultaban cuando condenaba el aborto. “Progresista” o “reaccionario” son palabras importadas de la política que no deberían significar nada para los cristianos, cuya única medida es la fidelidad o infidelidad a una persona, Jesús Nazareno. Francisco le fue fiel, en unos casos coincidiendo y en otros divergiendo de los “progresistas”. Está escrito que Cristo “será un signo de contradicción, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones”.
Hace un año escribió el jesuita Olaizola: “Me parece una riqueza la diversidad de carismas, sensibilidades y acentos. Por eso me cuesta cada vez más entender los ataques a Francisco… También los pontífices anteriores recibieron críticas, pero no tenían nada que ver con las fobias, desprecios y ataques furibundos que se lanzan contra este papa… Yo estoy con Francisco porque me recuerda, en sus palabras, en sus gestos y en su actitud, lo mucho que aún me falta para vivir el Evangelio”. Al hacerse pública su muerte, ha escrito: “Siento tristeza por todo el odio que ha tenido que sufrir… Algunos de quienes alegaban en otros tiempos que disentir con un papa era poco menos que herético, a Francisco lo han descalificado, insultado, despreciado y ridiculizado”. Será juzgado, no según los criterios del mundo, sino en el amor. Y no le irá mal.
También te puede interesar
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De lección
El balcón
Ignacio Martínez
Tregua papal de Trump
Las dos orillas
José Joaquín León
Vaticanistas