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Idealista es una empresa ideal, al menos si nos atenemos a sus números. El portal inmobiliario de romántico nombre es la compañía líder del sector en España, Italia, Portugal y el refugio fiscal de Andorra. Fue fundada, junto con otros socios, por Jesús Encinar en 2000, justo, y paradójicamente, cuando en Estados Unidos estallaba la burbuja puntocom. No cobra comisiones: el grueso de sus ingresos proviene de los anuncios que saltan en su plataforma. Si no eres agente inmobiliario, no cabe sino aplaudir a esta empresa. Tras varios chutes de capital por parte del gran dinero flotante que son los fondos de inversión, la compañía ha revolucionado el negocio de la intermediación en la compraventa de inmuebles. E incluso el de su financiación secundaria, es decir, la de aquellas personas que no pueden acceder a una hipoteca de la banca tradicional. Idealista, un 70% de las acciones de ella, se ha vendido a Civen Fund por la astronómica cantidad de 2.900 millones de euros. Encinar conoce bien Silicon Valley, y fue consultor de Amazon, que, junto con Microsoft, son la únicas con sede lejos de Silicon Valley de entre las grandes tecnológicas, las más valiosas del mundo (con Google, Apple o Facebook). Morterada aparte, el abulense y sus pretorianos se quedan con un paquete minoritario, y de momento permanecen al frente de Idealista. Hasta en la procedencia de Ávila suena la historia a David frente a Goliaths.
Esta plataforma fue una startup tecnológica, una empresa “de internet”, que parte de una preclara idea y se apoya en la inmensa potencia de la red para crecer fulgurantemente, evitando gran parte de los costes en los que incurría este sector, fragmentario. Incluido el 3% –mínimo– del corredor inmobiliario tradicional: un coste para comprador y/o vendedor que hicieron desaparecer. 2.900 millones es una cantidad asombrosa, solo unas cinco veces menos que el valor la marca más cara española, Zara. Pero esa cantidad es a la postre un “precio de mercado”, si nos atenemos que en el mercado se compran y venden las empresas que no cotizan –e incluso, a unas malas, éstas– por un precio en el que comprador y vendedor se ponen de acuerdo, más allá de activos y pasivos en balance, ratios o beneficios. Por alguna inercia feriante se suele llamar a esto “el trato de la burra”. Los sinónimos de “idealista” en la RAE son: utópico, altruista, soñador, hasta iluso. Si este proyecto es así o lo seguirá siendo no pone en duda la utilidad económica que ha proporcionado a sus millones de clientes, muchos de ellos, buscadores de un lugar donde vivir y ahorrar.
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