09 de enero 2025 - 03:06

En estos días, estamos asistiendo a la llamada a la Santa Cruzada por parte de algunos y algunas defensoras de la fe, de la única y verdadera fe vengadora, ya que dudo que redentora. Seguramente tanto furor por restituir el karma universal será por las decenas de miles de casos de pederastia en la iglesia católica española, pensaremos algunos ingenuos. Y fantasearíamos con la idea de que por fin tantas voces huérfanas tuvieran un adalid que las defendiera... pero no.

O quizás por los cientos de miles de espacios que se han inmatriculado (vaya eufemismo para decir apropiado por la jeró) a escondidas; ya sabéis, plazas públicas, cementerios, viviendas particulares y hasta tazones para el desayuno a poco que nos descuidemos... pero tampoco. ¿Por los cientos de miles de bebés robados desde la posguerra hasta hace tres cuartos de hora? Bah, menudencias y además tuvieron una vida mejor alejados de unos rojos que no se merecían ese regalo de Dios... ¡Entonces ya lo tengo!, por el genocidio en Palestina, ese que estamos viendo en directo y por el que nos quieren hacer creer que las madres embarazadas, los bebés, y hasta los hospitales y las escuelas de allí son servidores del más abyecto terrorismo... pero tampoco.

Lo peor para estos pieles fina de Código Penal en ristre ha sido una chica, joven (gorda, eso sí, que por lo visto en asuntos de la fe lo del sobrepeso es algo inapropiado), desenfadada, simpática y puede que hasta roja o lo que algunos entiendan por rojo en sus mentes de ortodoxias planas.

¿Y qué nefando pecado ha cometido esta señora? Sacar una estampita con una mezcla de la vaquita del Grand Prix y un corazón de Jesús en las campanadas de año nuevo. Que antes lo hayan hecho distintas personas, personajes y caricaturas de sí mismos, por lo visto, es irrelevante. El que hasta Díaz Ayuso posara como virgen doliente no tiene importancia. Que lo hayan hecho Fernando Alonso, Messi, Alaska y Vaquerizo, y muchos etcéteras no cuenta porque es que ahora se ha hecho con dinero público... y eso ya es imperdonable. Por cierto, con el mismo dinero público con el que se pagan las misas en La 2, los curas castrenses o tantas cosas que parecen llovidas del cielo. Si al menos se hubiera planteado por un delito de mal gusto, porque lo del del Grand Prix no tiene nombre, pero no, ha sido por ofensa a los sentimientos religiosos; de nuevo ese famoso concepto evanescente que solo vale para interponer querellas y tener entretenida a la Justicia en tales menesteres. Aunque el juez Joaquín Bosch lo explicó mejor así: “El delito procede de las antiguas concepciones de la blasfemia y la herejía. Las leyes penales han de proteger el derecho a practicar una religión y no los estados de ánimo de los creyentes. Deben proteger derechos y no sentimientos”.

Pero más preclaro resumen lo hizo Jaime Peñafiel al sentenciar que “esa desvergonzada fue recepcionista y administrativa”. Menos mal que no ejerció nunca de cajera, que si no su nivel de maldad habría sido ya de traca. Por lo visto, para él lo de sus trabajos anteriores explicaba algo, aunque yo creo que es que cuando lo dijo el nudo de la corbata le apretaba mucho.

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