
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
No queremos reyes
No han caído ustedes en la cuenta de que algunas cadenas nacionales de televisión tratan en cierta medida de moldear nuestras conductas u opciones sociales y sentimentales para llevarnos a pensar de la manera que ellos creen que es la correcta; abriendo un abanico innecesario, porque muchas veces no hace calor ni necesidad de abanicarse.
Nos encontramos con conductas erráticas, sorpresivas o exageradas que distan bastante de lo que es la forma de comportamiento social que vivimos en el día a día. Por tanto tratan de distorsionar esa realidad cotidiana, incluso a veces haciendo que se tenga que salir del armario sí o sí porque si no parece que se ha quedado todo a medias y no se hacen las cosas bien; porque también hay que poner escena de sexo y soltar tacos para ser guay y estar en la onda. Vamos que hay que saltarse lo que se asume como comportamiento cotidiano o “normal” para llegar al público. Pero tengan en cuenta que aun aceptando este pensamiento “de ir a la última” y quizá porque sale barato, se vienen comprando una y otra vez las consabidas series turcas, que cuentan con mucha audiencia, donde la infidelidad, la pobreza y su contrario, la riqueza, se ven a diario, así como el amor, la traición o la superación. Todo ello bajo el paraguas de lo que siempre tuvo audiencia, y me traslado a aquellas series radiofónicas del pasado que hacían llorar a nuestras abuelas.
Quizá a esas televisiones les pase lo que a nuestras eurodiputados que solo ven lo que quieren ver y golpean con medidas agobiantes a nuestro sector primario, poniéndole o imponiéndole unas normativas que son de muy difícil cumplimiento y además tienen que compartir con el mismo producto, pero tratado de una forma diferente. Vamos que esto parece un diálogo de sordos, pero muy cierto, ante el cual te ves sin recursos lógicos para poder salir adelante.
Pero como se suele decir “nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”. Entonces, juzguen ustedes y examinen mis palabras en comparación con las series televisivas y de los culebrones turcos, y saquen su propia conclusión. Porque yo siempre persigo hacer pensar al lector y que él mismo saque sus propias conclusiones, que serán las mejores para seguir una conducta propia, lejos de cualquier manipulación sin ser objetivo de nada ni de nadie. El hombre, libre pensador, capaz de ser él mismo y actuar en consecuencia.
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