Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Hace poco, ante el intento de eliminar el anonimato en redes sociales, han sido muchos los que se han lanzado a degüello contra ese supuesto ataque a la libertad, mientras enarbolaban banderas de otros y usaban neuronas prestadas. Son los mismos que estaban a favor de la Ley Mordaza porque quien nada ha hecho, nada tiene que temer... Salvo cuando son ellos.
Recuerdo que allá por los años de la transición, se puso de moda eso de “libertad sí, libertinaje no”, repetido ad nauseam en medios de comunicación y conversaciones de bar con el intento de zanjar cualquier discusión, ya que era como el bálsamo de Fierabrás cervantino que lo curaba todo. ¿Dónde estaba la trampa del anterior mensaje? Simple, en que quienes entienden así el concepto de libertad no están defendiéndola como algo abstracto, ni como derecho conseguido a golpe de sangre de muchos y muchas, sino como reivindicación y ejercicio de sus privilegios, que a ellos les ha otorgado la misma divinidad. La frase construida correctamente sería “mis privilegios por encima de tus derechos”, seguido por alguna imprecación soez (no sé, por ejemplo “carajo” o similar, por decir algo).
En nuestro tiempo, en que las redes sociales se han convertido en algo extremadamente peligroso al intentar poner coto a un anonimato desde el que insultar, abusar y arruinar vidas, se le llama restringir la libertad. Algunos prefieren que haya personas acosando a menores, insultando a quien se implica en cualquier causa, amenazando a quien denuncia ilegalidades, a que pueda identificarse sin más a estos matones, los típicos ventajistas de toda la vida. Es su ciénaga preferida. Curiosamente, quienes defienden esto callan ante situaciones como la de Sarah Wilkinson, periodista británica recientemente detenida por la policía antiterrorista del Reino Unido...por hablar contra el genocidio y los crímenes de Israel.
Son los mismos que se indignan porque vivimos en una supuesta dictadura al no poder vejar a enanos, gangosos o maricones en sus simpatiquísimos chistes que se han hecho toda la vida. La integridad de estos colectivos es algo menor para ellos. Son los mismos que reivindican el derecho a mentir, a sabiendas, de algunos pseudoperiodistas como ejercicio de libertad de expresión. Los mismos que criticaron cuando se prohibió fumar en restaurantes, porque por lo visto su derecho a fumar estaba por encima del derecho a la salud de los demás. Los mismos que critican que se restrinja la propaganda nazi o que sea delictivo enaltecer el franquismo; esos mismitos, son los que impiden cada vez que pueden, y pueden cada vez más, sacar a la luz la verdad histórica sobre sus crímenes que, entre otras cosas, acaban con la libertad de todos los demás, así como con sus vidas ya de paso.
Y yo, hasta ahora, no conozco a ningún matón de colegio, a ningún cobarde o ventajista que se amparara en su fuerza física o en un grupo de mentes privilegiadas como la suya para aprovecharse del débil, que haya cambiado de hábitos. Ninguno de estos ha visto la luz porque se expongan sus atrocidades sino que les enaltece, pero al menos se les puede perseguir legalmente. Y es que en esta vida, el que nace lechón muere cochino. Y en este país hay mucha bellota y mucho fango.
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