Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
La colmena
Siempre pensé que era una leyenda urbana; eso de ligar en el súper. Cuando esta mañana lo he escuchado cerrando un informativo en la radio solo he podido pensar que era una broma. O un meme. O un clickbait. O un Día de los Inocentes adelantado. Luego no han dejado de saltarme noticias en el móvil explicándome cómo encontrar pareja. Se ve que Google ha decidido que estaría bien que termine el verano con un poco de animación. Y no se crean que es fácil: al Carrefour hay que ir casi al cierre y poner palomitas en el carrito; en el Alcampo, como buen hipermercado de origen francés, hay que coger quesos entre 20:30 y 21:30; la señal en el Lidl es una sandía y al Dia, será por el nombre, toca acercarse a primera hora a la Pescadería.
El Mercadona, siempre a la vanguardia cuando se trata de temas virales en redes, está protagonizando uno de los paisajes más surrealistas: coges el carrito pero colocas solo una piña, del revés. Entre siete y ocho de la tarde, te vas a la sección de vinos, oteas el horizonte y chocas con el soltero que más te guste (llevando otra piña bocabajo). El hilo se ha compartido miles de veces en TikTok y, en X, lo que encuentro es gente asombrada de que a las seis esté vacío el estante de piñas.
Nunca hice mucho caso a mi madre cuando me hablaba de cómo ligaban en el pueblo cuando las vecinas fiscalizaban detrás de las persianas y las madres les colocaban a los hermanos pequeños por aquello de estorbar. También era verano, momentos de ferias, verbena y fiestas de guardar. Entonces no había grandes superficies que ponerse de moda para ligar, ni tanto aire acondicionado, pero sí un lenguaje secreto: el del abanico. Con una riqueza de movimientos e interpretaciones que ha llegado a sostener toda una ciencia con un origen milenario. Se trata de la llamada “campiología” y nos descubre toda la simbología del abanico a través de su historia y usos. Desde el antiguo Egipto hasta nuestros días; desde el palo largo con plumas hasta el elegante complemento de los últimos dos siglos.
Abanicarse rápidamente significa amar con intensidad, si lo haces con lentitud expresas indiferencia, cuando lo apoyas en el corazón es que sufres por amor, si lo cierras despacio dices sí, si lo cierras rápido te desmarcas con un tajante no… Enamoras, con encanto y discreción, y además te refrescas.
No suelo ser víctima de la grandeza y bondad de los tiempos pasados, pero no me digan que no hemos rebajado y descafeinado (¡mucho!) el arte de la seducción. Me queda una esperanza, que no sea cierto. Hago hoy una ronda, lo intento verificar y se lo cuento en redes sociales. ¡Crucemos los dedos!
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