Linenses, no cabe rendirse

En blanco y negro

19 de noviembre 2024 - 03:05

Si algo nos ha perdido siempre a los linenses es que somos muy caldeosos, muy calentitas. Sobre todo cuando se trata de darnos golpes en el pecho por lo nuestro. Pero hay que evitar, por todos los medios habidos y por haber, que esa actitud, que puede ser entendida como una virtud para según qué cosas, le pase factura al municipio en el que se antoja el momento más importante de su historia. O el segundo, solo por detrás del cerrojazo de 1969. Fue emotivo que nosécuántos mil (ni me importa) vecinos se lanzaran a la calle el pasado 25 de octubre para alertar a las instituciones de la necesidad de que el acuerdo entre la Unión Europea y el Reino Unido sobre la Gibraltar post-Brexit no se convierta en un guillotinazo para los de este lado de la Verja. Pero si todo queda en eso, no habrá valido absolutamente para nada.

La negociación para determinar qué sucederá con la frontera que atraviesan a diario miles de linenses (de más sitios, pero sobre todo linenses) parece vivir un eterno compás de espera. Y no debe, no puede pasar, que esa calma chicha acabe por sepultar las reivindicaciones de un pueblo que conoce al dedillo las consecuencias de los acuerdos que se toman en la quinta leche entre quienes nunca han paseado por sus calles ni les importan sus ciudadanos, pero que repercuten de manera tajante sobre su día a día.

La Línea –los linenses– está obligada a seguir reivindicándose. Pero La Línea no es Juan Franco por muy conmovedor que resultase el speech con el que concluyó la mencionada movilización. La Línea somos todos y cada uno de los que sentimos que es nuestra tierra. En infinidad de ocasiones, con independencia de donde nos hayan parido. Porque no son sólo los de Bilbao los que nacen donde las da la gana.

Hay que seguir clamando, es necesario atraer de nuevo la atención de los medios nacionales y que de cruce del Toril para arriba se sepa que continuamos con el corazón en un puño preguntándonos que será de nuestro mañana… y que será del de nuestros hijos. Si hay que volver a manifestarse, pues nada, otro viernes a la fresquita. Y si hay que sacar una pancarta en un partido de la Balona, hacer una foto con el Peñón de fondo y distribuirla de manera gratuita por las agencias de información, pues ya estamos perdiendo tiempo para saber cuánto hay que poner.

No nos podemos permitir ser nosotros los que desoigamos nuestra propia consigna y hacernos invisibles. Sería inadmisible que esa manifestación –como otras muchas del pasado– quedase solo en un recuerdo de linensismo que caducó. Hay demasiado en juego para rendirse precisamente ahora. No hay lugar a que sea solo flor de un día.

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