Verbos transitivos
José Juan Yborra
Sellos de lata
La otra orilla
Hasta el último momento tuvieron que actualizar las listas. En algunas localidades posiblemente ya las tenían impresas, y tuvieron que hacer anotaciones a mano al final de la lista: CE-LES-TE, CHLO-E. Imaginarse esas anotaciones a mano, esas últimas incorporaciones a la lista fatídica, produce escalofríos. En las calles de todas las ciudades de este país escuchamos el lunes la lectura sobrecogedora de 41 mujeres asesinadas, y la última de la lista era una cría de 15 años, degollada por otro adolescente un par de años menor.
En todo el mundo, cada día que pasa, unas 140 mujeres caen muertas a los pies de su pareja o ex-pareja. Aquí en España, desde que en 2003 comenzaron a registrarse, hasta 1.286 mujeres han sido asesinadas. Y a eso hay que sumar los golpes, el insulto, las mil formas de maltrato físico y psicológico que se ejerce sobre las mujeres por el simple hecho de serlo. La violencia de género es estructural, terrible y omnipresente: una lacra que está costando erradicar, y que ahora, además, se tropieza con el negacionismo de en sector de la sociedad, incluidos los más jóvenes: un 15% de los chicos, un 8% de las chicas.
Decimos que es estructural. Eso hace que tengamos que mirar en cada rincón de la sociedad para trabajar. Todos y todas tenemos que ver con esto, de una u otra forma. Muy especialmente los hombres, claro, porque asistimos a crímenes y comportamientos criminales que ejercen los hombres contra las mujeres. Yo no he golpeado a ninguna mujer, ni la he insultado abiertamente, pero posiblemente he sido partícipe a lo largo de mi vida de muchos comportamientos, aparentemente inocentes, que alimentan esta construcción social del machismo y la violencia patriarcal. Ese chiste que parecía divertido no lo era tanto. Esa arrogancia, ese comentario, ese gesto. Todo suma.
Hubo un momento en el que imaginamos que la violencia patriarcal llegaba a su fin, que era cosa de nuestros abuelos, menos de nuestros padres y a punto de desaparecer en las últimas generaciones. Pensamos que en un par de décadas terminarían estos asesinatos machistas. Y nos equivocamos mucho. Nos equivocamos todo. Y para que no se nos olvide, un niñato de 17 años ha cogido un cuchillo para acabar con “su” novia de 15 años. Y de esa trágica manera nos pone frente al enorme constructo de la violencia machista. ¿Cómo se pueden negar los 41 nombres de la infame lista?
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