Lunes de resaca

22 de julio 2024 - 03:05

Diceel refrán que hay “tres jueves que brillan más que el sol...”, pero en el calendario de la bendita ciudad de La Línea hay un lunes que no sé si brilla más que el sol; depende de la parcela de cielo que el levante le deje al astro rey. Lo que sí está claro, cristalino como el agua mecida por el viento de poniente, es el efecto finalizador a la par que balsámico que tiene el lunes de resaca.

Hoy, la ciudad se despierta tarde, dicho sea de paso, con esa sensación de vacío que dejan los grandes acontecimientos cuando pasan, una lucha interna entre la nostalgia de lo vivido y la necesidad imperiosa de descanso.

Si bien es cierto que, durante la feria, el cuaderno personal de las tradiciones es un lienzo en blanco, un atelier a medida en el que cada uno se ajusta el largo de su semana de feria, el ancho del vidrio que va a alojar los diferentes elixires –tubo, sidra o copa– y el origen de lo que va a beber, ya sea de Sanlúcar, de las tierras altas de Escocia o prefiera tirar un poco más hacia el Caribe.

Como siempre, su inicio fue arrollador. El tríptico formado por el Viernes de Coronación, el Sábado de Cabalgata y el Domingo Rociero son, dicho en argot ciclista (y con más razón coincidiendo en fechas con la Grande Boucle), tres auténticas etapas alpinas. Aquí un servidor debe reconocer que ha sido testigo, en aras de querer dar a conocer su tierra, sus veladas y fiestas a amigos de diferentes rincones de España. Como, mientras algunos no podían acabar la travesía de forma limpia (sin alguna hora de sueño extra), otros solo podían claudicar y reconocer que los linenses “estáis hechos de otra pasta”. Y es que, en materia de diversión, sacamos matrícula.

Después llegaría el curso medio de la semana, la festividad de la Virgen del Carmen. La rutina de pisar el albero se convierte en un hecho, una realidad que hace olvidar que lo normal no es arreglarse, cenar y salir para la feria. Haciendo bis cada día.

Para terminar, siempre existe en todos y cada uno de esos “diarios de feria” un suceso que se repite como un leitmotiv, que se extiende como un meme entre el imaginario colectivo de los que estrujan los minutos de feria hasta el final: ver cómo las luces del real pegan su cerrojazo para darle el relevo a la luz del día que empieza a despuntar por el horizonte de la playa. Y es que no somos pocos los que, en algún momento de nuestras vidas, hemos peregrinado al alba en busca de ese amanecer, ese broche de tonos rosados que nos deja ensimismados durante unos minutos, esa calma que sucede a la tormenta de gozo que han supuesto estos días para la ciudad. La Salvadora no acaba cuando se apagan las luces, sino cuando se enciende el día. Salud y hasta el año que viene, vieja dama.

Tribunus plebis.

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