Un mal recuerdo

Para unos parece que fue ayer. Otros dicen que lo vivieron como si fuera una película. Hace cinco años estábamos confinados en casa por culpa de un enemigo invisible que paralizó el mundo durante unos meses y que pensábamos que cambiaría nuestras vidas para siempre. Sí que lo hizo durante un tiempo, pero por fortuna para la mayor parte de la población todo forma parte de un mal recuerdo.

Recuerdo los primeros días del confinamiento. Solo se podía salir a la calle para ir a trabajar –si eras de los esenciales–, tirar la basura, hacer la compra o sacar al perro, si es que tenía. Los primeros momentos de enfrentarte cara a cara con el coronavirus fuera de casa fueron duros. En los supermercados no se oía un alma, es que creo que incluso no se ponía no música de ambiente. Una de las primeras compras tras decretarse el estado de alarma la hice en un hipermercado cuya gestión dejó mucho que desear y que ayudó a que creciera la psicosis en muchas personas por la falta de muchos productos básicos, como verduras e incluso pan, y estantes vacíos que daban la sensación de estar viviendo en una película post apocalíptica. La siguiente compra decidió hacerla en un supermercado de una cadena andaluza que me sorprendió porque tenía prácticamente de todo. En aquella época escaseaban la harina y la levadura porque hacer bizcochos y tartas se había convertido en un pasatiempos para olvidar un poco la situación que estábamos viviendo. Me decepcioné al ver que en esta tienda tampoco había, pero tras dar una vuelta por el supermercado volví a pasar por ese pasillo y habían repuesto la preciada mercancía. Así que fue la opción para avituallarme durante todo el confinamiento.

También se vivían momentos tensos cuando paseaba a mi perra. Era raro el que en esos primeros momentos había conseguido mascarillas y cuando venía alguien de frente incluso se cruzaba de acera. Yo solía sacar a mi perra en un parque que está a unos cientos de metros de casa y con las restricciones me daba cosa llegar tan lejos. Alguna vez lo hice, pero sintiéndome el más culpable del mundo. Poco después comenzaron a levantarse las restricciones. Se fue permitiendo salir para hacer deporte –nunca se había visto tanta gente haciendo footing–, se puso un toque de queda por las noches, los bares empezaron a abrir con aforo limitado y con la llegada de las vacunas se impuso el llamado pasaporte Covid, sin el que no podías tomarte una tapa o coger un vuelo.

Todo ha quedado afortunadamente atrás, aunque de vez en cuando sale algún conspiranoico hablando de la próxima pandemia. Mientras tanto disfrutemos y pensemos –los que podamos– que todo fue un mal recuerdo.

stats