Martín Serrano

La mala suerte de ser lesbiana en Gibraltar

El balcón

13 de abril 2009 - 01:00

LA Corte gibraltareña se pronunció la pasada semana en una causa en la que una pareja de lesbianas actuaba contra el gobierno de Caruana por lanegativa de éste de considerar que tenían el mismo derecho que las parejas tradicionales y las de siempre a disfrutar de la posiblidad de acceder a una vivienda pública. El alto tribunal de la colonia hacía causa común con la de los políticos argumentando que la postura defendida por la administración estaba cargada de razones, que no eran otras que la defensa de las parejas heterosexuales, el matrimonio y los hijos. Razones definitivas para hacer prevalecer el derecho de unos sobre los otros.

Este indefendible acto de discriminación por la condición sexual de los implicados no es novedoso en Gibraltar. Llama tanto la atención como lo podría ser la discriminación laboral que sufren los foráneos, sean marroquíes como españoles, con respecto a los nativos o la que padecen las mujeres con respecto a los hombres, no tanto en la calidad y cantidad de las puertas por las que pueden acceder a un trabajo como para la concepción proteccionista de una sociedad atípica en la que el macho tiene un papel y la hembra otro, bien diferenciados y hasta aceptados.

Desconozco, lo confieso, que dice la nueva Constitución gibraltareña en el capitulo de derechos y deberes de sus ciudadanos y que proclama sobre la igualdad ante la ley, pero no me cabe la menor duda de que muy explícito no debe ser a la hora de proclamar que a nadie se le puede discriminar por su condición.

Los púlpitos gibraltareños son extremadamente conservadores y la sociedad de la que se nutre parece más anclada en la ortodoxia que muchas otras. El nacionalismo que comparten se alimenta desde el sentimiento de acoso hasta el de una iglesia que se nutre desde siempre de los discursos más retrógados que se nos regala de determinados círculos del catolicismo oficial. Esta concepción circular y perversa de las cosas y su correspondiente aplicación en una manera muy sutil y cerrada de percibir y comprender lo que le rodea ha hecho que el gibraltareño sea un sujeto muy peculiar al que le cuesta mucho dar pasos hacia la modermidad y las enormes ventajas que se obtienen con el desarrollo de las ideas y de una moral menos cínica y cercana.

Sin lugar a dudas los años de aislamiento al que los sometió la dictadura tuvo buena parte de culpa de que perviva una clase política y religiosa en Gibraltar que camina de la mano por unos senderos muy aceptados internamente aunque chirríen y que en otros lugares parecen definitivamentesuperados.

No es hoy en día una buena idea salir del armario en el Peñón, pero en todo caso para los valientes que den el paso se van a tener que enfrentar con una oligarquia económica poderosa, una clase política tradicionalista, con independencia de sus siglas, y de una serie de confesiones, lideradas por la católica, que en defensa de sus dogmas mantiene el valor del ancestro, por muy discriminatorio que éste sea.

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