El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Quizás
Hubo un momento en que todo pareció posible. Los jóvenes en París declararon que el poder estaba en manos de la imaginación y el barrio latino se llenó de buenas intenciones y presuntos intelectuales que repetían frases de Baudelaire y Montaigne. Simultáneamente, en la costa Oeste de EEUU decidieron que era mejor hacer el amor que la guerra, se vistieron con colores y flores en el pelo, declararon el amor universal como norma de conducta y se fueron de gira con Grateful Dead. La banda sonora del momento la componían grupos y solistas que partiendo de la psicodelia pretendían explicar la vida en tres minutos y trascender más allá de la triste vida que sus padres habían tenido. El verano duraría ya para siempre.
Pero décadas después, la Francia actual muestra el hartazgo con sus gobernantes, tan llenos de comportamientos políticamente correctos, como de ineficacia para resolver los problemas; por lo que aquellos jóvenes revolucionarios votan en su vejez por la ultraderecha y cada vez más asustados por todo. En la llamada Costa Oeste norteamericana, la zona del mundo donde nacieron Google, Microsoft, Meta, Tesla, Netflix o Apple, el lugar que inventó nuestro presente; la antaño militante y soñadora ciudadanía se encuentra acomplejada y envejecida frente a la América reaccionaria que vota a Trump; y lejos de haber creado una sociedad más equilibrada y solidaria, han llenado sus plazas de homeless y las afueras de las ciudades de urbanizaciones repletas de cámaras y equipos de seguridad, en las que aquellos a los que les va bien, viven como si en cárceles de lujo se tratara .
Durante años el planeta ha sabido donde estaban los lugares en los que nacía el latido de la vida. Hoy Londres, que fue la capital de todos, es por costosa una ciudad inhabitable para las clases medias y el refugio de las peores mafias del planeta. Picadilly ya no es el comienzo de todos los viajes, sino el rostro de una sociedad enfadada que ha optado por ser isla en vez de un faro oteando el horizonte. Las calles de Nueva York o Los Ángeles reflejan en sus grietas sin asfaltar la decadencia del Imperio norteamericano. China, Rusia y los países con petróleo continúan atados a su permanente conflicto con Occidente, la democracia y la modernidad. Y la vieja y exquisita Europa es un parque temático, al que le cuesta mantener la calidad de vida de sus habitantes. ¡Vaya lío! Habrá que inventar algo y no parece fácil. Recuperemos la imaginación como ingrediente principal para diseñar el futuro. Es la materia de la que están hechos los sueños. Y soñar siempre es el mejor de los inicios.
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