Manuel Sánchez Ledesma

El método Friedrich

Ad Hoc

Afinales del siglo XIX el cirujano y bacteriólogo alemán Paul Leopold Friedrich tras estudiar sistemáticamente las lesiones que causaba a sus conejos de experimentación y que después contaminaba con la tierra de su jardín, dedujo un método para tratar las heridas traumáticas que, en lo esencial, sigue teniendo plena vigencia en la medicina del siglo XXI. Friedrich comprobó que solo sobrevivían aquellos conejos a los que suturaba tras haber ampliado la herida con un corte limpio que eliminaba el tejido sucio o necrótico y a condición de que el mencionado cierre directo se hiciese dentro de las primeras seis horas, esto es, del tiempo que necesitaban los gérmenes depositados en los bordes de la herida para pasar al organismo. A pesar de que el dolor y las hemorragias eran riesgos inherentes al método de Friedrich, su uso se extendió a partir de la 1ª Guerra Mundial, en la que demostró su eficacia evitando innumerables muertes por infección en una época en la que aún no se habían descubierto los antibióticos.

En cierta manera, los mismo principios que aplicó Friedrich al tratamiento de las heridas son extrapolables a cualquier esfera de la actividad humana y si no adviértase como la sabiduría popular considera como virtud aquello de "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" o sugiere que "cortar por lo sano" es la forma más expeditiva de solucionar un problema. Considerando que en España tuvo lugar un proceso traumático (en su acepción de choque emocional) en el que se pasó de un régimen dictatorial a otro democrático, ahora, casi 40 años después, se están comprobando los perniciosos efectos de no haber empleado el método de Friedrich en lo que se llamó la Transición Española. En lugar de romper con el pasado mediante un corte limpio y profundo que eliminase la podredumbre y la degeneración de un sistema totalitario se optó por efectuar una componenda en la que todos salían beneficiados: la oligarquía financiera y empresarial del franquismo conservaba sus privilegios; la monarquía aceptaba que su origen y legitimidad estuviesen en Franco y no en la Constitución; los políticos franquistas encontraban acomodo en las nuevas instituciones; aquellos otros que militaban en una oposición bastante light se garantizaron -al no rebelarse- un buen trozo del recién cocinado pastel político y el voluble pueblo español (lo mismo vitoreaban la democracia que formaban kilométricas colas para rendir pleitesía al féretro del General) se ufanaba -iluso- de ser un ejemplo para el mundo. La República Constitucional, un sistema electoral proporcional con listas abiertas y la separación de los poderes del Estado debieron ser nuestro "Friedrich político". No lo hicimos y al día de hoy el diagnóstico es definitivo: "gangrena sistémica".

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