Una molécula para este siglo
Al microscopio
TRAS la magnífica clase magistral impartida por el doctor Darío Lupiáñez, el pasado día 17, para los alumnos del Aula Universitaria de Mayores, hoy seguimos hablando de genética. Una pequeña molécula, el ARN, cuya importancia ha estado relegada durante muchos años por el papel del ADN, la molécula de la herencia, se considera actualmente la molécula del siglo XXI por su importante potencial terapéutico. El ARN traslada la información del ADN desde el núcleo celular al citoplasma de nuestras células para la fabricación de proteínas, función que realiza junto con otros dos tipos de ARN, el transferente y el ribosomal. De ahí su conocido papel como “mensajero”.
EL bioquímico Thomas R. Cech , de la Universidad de Colorado, junto a su colega Sidney Altman, de la Universidad de Yale, fueron ganadores del premio Nobel de Química en 1989 por el descubrimiento de las ribozimas. Cech, que ha presentado en estos días su último libro, El catalizador, afirma que “en los últimos 25 años los descubrimientos sobre el importante papel de esta pequeña molécula han supuesto 11 premios Nobel y más de 400 fármacos”. Por ejemplo, recordarán que las vacunas de BioNtech y Moderna, basadas en la tecnología del ARN mensajero, salvaron cientos de miles de vidas en la pandemia de la Covid-19. Ya en un artículo anterior, también les hablé de los microARN, unas pequeñas moléculas que son capaces de regular la expresión génica actuando como interruptores para “encender o apagar” genes, regulando así la producción de proteínas. De ahí su gran potencial para curar enfermedades.
Las ribozimas o ARNs, descubiertos por Cech y Altman, deben a su papel catalizador el poder actuar como una enzima, siendo por tanto capaces de cortar y ensamblar otras moléculas de ARN. En la revista de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM) de este mes de marzo, Agustín Vioque Peña, investigador del Instituto de Bioquímica Vegetal y Fotosíntesis de la Universidad de Sevilla (CSIC), nos recuerda que “además de las ribozimas naturales, las ribozimas artificiales fabricados en el laboratorio pueden diseñarse para hidrolizar específicamente otros ARNs, lo que puede ser útil como instrumento para inactivar la expresión de genes en investigación o en medicina. Así, ribozimas dirigidas contra el virus del SIDA o de la hepatitis C y contra algunos tipos de cáncer se encuentran ya en proceso de ensayo clínico”.
El ácido ribonucleico (ARN) ha transformado nuestra comprensión de la regulación genética, abriendo puertas a múltiples aplicaciones biotecnológicas y médicas en el diagnóstico y tratamiento de diversas enfermedades, así como en el desarrollo de nuevas terapias. Cech afirma, categórico: “El siglo XXI es la era del ARN: la molécula cambiará el futuro de la medicina y de la ciencia, su potencial terapéutico es enorme”.
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