María José Jiménez Izquierdo

Las monjas de Pescadores

Punto de vista

04 de agosto 2020 - 01:31

Esta semana pasada dejaron Algeciras las hermanas Auxiliadoras, y me van a permitir que les dedique esta columna porque no puedo dejar de dar las gracias por su labor callada y silenciosa en nuestra ciudad desde hace más de 50 años.

La Sociedad de las Auxiliadoras de las Almas del Purgatorio es una congregación religiosa católica fundada en París en 1856. Las hermanas auxiliadoras se dedican a las obras de misericordia, especialmente al servicio de los marginados. Con calidez, sencillez y espíritu de alegría buscan llevar la esperanza a este mundo.

Recalaron en Algeciras a petición del Padre Sebastián González Araujo, vicario general del Campo de Gibraltar, para realizar el trabajo de campo del "Estudio socio religioso del Campo de Gibraltar" a finales de los años 60, y ya no se fueron. Iniciaron su labor pastoral en la barriada de Los Pastores y posteriormente se trasladaron a Pescadores, donde llevan toda una vida.

Así, las conocidas como las monjas de Pescadores, se establecieron en nuestra ciudad con un estilo de vida simple pero implicadas en la vida social, política, y cultural, en definitiva, en todo lo que constituye la vida de nuestra sociedad.

Su congregación fue y es parte integrante de la Asociación Algeciras Acoge, desde sus orígenes allá por 1.991, y las hermanas han sido socias de Agaden, Asociación para la defensa y Estudio de la Naturaleza.

Estas mujeres han sido y son aún un ejemplo de compromiso, solidaridad, caridad, servicio, y cristiandad. Han trabajado en la prisión de Botafuego y en el Centro de Internamiento de Extranjeros gracias a la ONG Prolibertas, y se han implicado en temas de migración porque no hay fronteras cuando hablamos de amar al prójimo.

Muestra de su fraternidad y empatía son estas palabras de una de las hermanas durante su labor en el CIE dando clases de español a las internas: "El encuentro con estas mujeres, conocer la dureza de sus vidas y los sufrimientos y humillaciones que han soportado hasta llegar al CIE, me conmueven profundamente. Me ha hecho experimentar la injusticia de las leyes con las que les cargamos y mi impotencia. Me siento agradecida por su amistad y confianza y me llenan de alegría cuando gracias a nuestro encuentro vuelven a brillar en ellas el ánimo y la esperanza.

Solo tengo palabras de gratitud para ellas, por todo lo que me han enseñado por su calidez, amor y entrega. ¡Que grande pero que poco reconocida la labor de estas mujeres! Gracias por todo queridas Mari Carmen, Resu, Asun, Carmen, Pilar, Isabel, ..., Os quiero y os llevaré siempre en mi corazón.

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