Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
El balcón
En el motín de Paiporta del domingo se mezclaron distintas furias. La indignación de miles de perjudicados, con más de doscientos muertos y casi cien desaparecidos, rodeados de lodo tóxico, basura y chatarra. También afloró la rabia por la mala gestión de la catástrofe y el pésimo sistema de alertas, que han multiplicado el número de víctimas. Quizá no era el mejor momento para una visita real. Y mucho menos en compañía de un presidente autonómico incapaz y de un primer ministro con alto índice de rechazo.
Después está la obsesión por la foto. La de los Reyes consolando a damnificados, la del mandatario regional que el día de la tragedia se dispersó en asuntos menores, la del presidente del Gobierno que no decretó un estado de alarma nacional, la de la vanguardia antisanchista, dispuesta a partirle la crisma a Sánchez e insultarle ante las cámaras. Y la de las víctimas, que se vengaron de su desamparo. El 29, la coordinación operativa se convocó a las cinco de la tarde, pese al peligro inminente. El president no se sumó hasta las siete. La alarma a los vecinos no llegó hasta las ocho. Demasiado tarde.
Mazón tuvo tiempo ese día para hacerse varias fotos. Una mordiendo como Nadal un certificado de Aenor de sostenibilidad turística, otra con patronal y sindicatos. Después hizo un vídeo para decir que a partir de las 18:00 la lluvia se iría a Cuenca y presumir de sus “fantásticos efectivos”. Luego, se perdió. Entre sus efectivos está uno de los liquidadores de Ciudadanos en Valencia, recolocado en la Generalitat como secretario de Seguridad y Emergencias, cuya única reunión acreditada la mañana del 29 fue una de temas taurinos. O la consejera de Interior, que no sabía que existe un sistema de alertas a los móviles. Desde luego, el Gobierno central debió hacerse cargo de la situación. Pero, si hubiera decretado un estado de alarma, seguro que le habrían llovido críticas y querellas, como en la pandemia.
El motín acabó en un mal trago para los Reyes, un desahogo para los damnificados y un éxito para los ultras que han ido a la zona cero a darse importancia. Un programa de Cuatro dedicado a localizar extraterrestres y contar hechos paranormales tenía sobre el terreno a un sujeto que antes de entrar en directo se echó sobre el barro para dar realismo a su implicación. Cuando fue desacreditado por las imágenes de un vecino, se justificó diciendo que no es periodista, sino un activista que se dedica a la acción política.
Hay una profunda ira antipolítica. Si los Reyes lo intentan de nuevo, deberían ir solos.
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