Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
"No he sentido el suficiente feeling como para tener algo más contigo”. BOOOOM. Frase lapidaria, pero no porque no sintiese atracción por mí, sino por buscar los motivos de ese rechazo en el cajón de mis miedos y complejos.
Me quedé pensativa un buen rato. Yo sí había tenido la sensación de que había un hilo al que agarrarse para seguir conociéndola. Mi intuición había fallado en esta ocasión. Me hice mil preguntas: ¿Serán mis kilos de más? ¿He dicho algo fuera de lo establecido? ¿Me debería haber puesto más guapa? En ninguna de las opciones aparecía algo en relación a ella. A sus miedos, a sus barreras o, a, simplemente, que no le gustaba yo, y punto.
Me supuso una exploración profunda hacia mi interior, entendiendo ese “no” como una oportunidad de trabajarme todas esas inseguridades, que no solo distorsionaban la realidad, también traían consigo una oscuridad bastante incómoda. Me puse manos a la obra, reconociendo, por primera vez, que tenía un problema que tratar con respecto a mi aspecto, en concreto, a esos kilos de más, que empezaban a atormentarme sin darme apenas cuenta.
Mi miedo inconsciente estaba relacionado con la muerte de mi madre. Murió a raíz de una operación de reducción de estómago. Mi madre era obesa. Entonces, engordar me suponía un drama difícilmente de entender, sobre todo, porque tengo una talla 40. O sea, mi temor estaba en la mente, no en el cuerpo.
Confío muchísimo en las terapias y en cómo te hacen comprender cada rinconcito de tu ser. Así que cogí cita con mi terapeuta y, de inicio, me ayudó con la aceptación y la autoestima, porque lo que aceptas te transforma. Y sin haber perdido ni un gramo aún, me siento bien, más segura de mí misma y con ganas de seguir conociéndome. De seguir evolucionando. De verme a través de mí, y a través de los demás, porque ellos son los que nos dan pistas sobre qué debemos seguir trabajándonos.
Yo imagino que los traumas son como una cebolla y sus capas son cada fase del proceso. Ahora mismo no sé en qué capa estoy, lo que sé es que agarré la cebolla y decidí abrirla, sin saber qué iba a encontrarme y con la certeza de que me haría “llorar”. Además, he entendido que soy única. Somos únicos, cada uno de nosotros. Y, que, si alguien conecta conmigo de alguna manera, no va a dejarme ir por mi físico o por algo meramente superficial.
Y también he comprobado (una vez más) que un sí te abre puertas, pero el poder del no, quizás, te abra el universo.
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