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La noche de Algeciras tiene un problema fundamental que se puede resumir en que carece de noche. ¿Cómo va a ser eso? Cuente usted con los dedos locales y alternativas de ocio nocturno en la ciudad que se hayan podido disfrutar durante este verano. Seguramente le sobren apéndices en una sola mano.
Como uno va cumpliendo años y dejando ciertos vicios como el trasnochar, a muchos nos puede pasar desapercibida la realidad del mundo de la noche. La polémica que se ha desatado entre el Ayuntamiento y el local Senda Antrocafé –donde sirven unos magníficos desayunos– por los conciertos nocturnos saca a la luz un vacío grande que tiene esta ciudad, como tambien queda reflejado en el inmaculado artículo del compañero Ignacio de Castro sobre los veladores. Nacho sabe bien de lo que habla.
Si tienen jóvenes en edad de empezar a salir, habrán comprobado que este verano de 2024 sus hijos solo han podido salir de noche a Tarifa, a las fiestas de Sotogrande y a un cortijo de San Roque que se ha convertido en el lugar referente para los veinteañeros. ¿Y Algeciras? Un páramo donde no hay opciones más allá de cenar y echar un refrigerio después en alguna terracita que eche el cierre a la 1:30 o las 2:00.
Atrás quedaron los tiempos de los chiringuitos y pubs en la playa de El Rinconcillo, el barquito de Getares, el Kabuki, las carpas de Las Palomas –donde resiste el Senda– e incluso las discotecas que apostaban por mantenerse activas durante el estío. Por no mencionar que el centro seguía latiendo en el Secano y otros antros que salen del letargo a partir del otoño.
Veía no hace mucho en un grupo de fotos antiguas de Algeciras en Facebook imágenes de la Jaima, el Banini, el Cigarrón, el Tamarindo y otros tantos lugares míticos que hicieron de la ciudad un lugar de marcha para las noches de verano para gente de todas las edades.
Algeciras hace tiempo que se adaptó a vivir más la fiesta durante el día. La Feria Real es el claro ejemplo de esta transición. Ahora a partir de septiembre veremos los pubs y terrazas de Capitán Ontañón, Convento y Trafalgar hasta arriba las tardes de los viernes y sábado. El tardeo se ha impuesto hasta en los más jóvenes y se podría decir que una parte mayoritaria de la población agradece el menor bullicio de la madrugada. Pero una práctica habitual no debería ser incompatible con alternativas para quienes por equis motivos solo pueden desconectar de su día a día por las noches. El próximo verano queda lejos y hay tiempo por delante para que gobernantes y empresarios traten de buscar opciones para que los más jóvenes no se tengan que ver obilgados a salir a 25-30 kilómetros de su hogar. Los padres serán los primeros en agradecerlo y a la economía local tampoco le vendría mal.
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