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Las dos orillas
Cuando llega la fiesta de la Virgen del Pilar (no olviden ese detalle), se celebra también el día de la Hispanidad. Entonces reaparece un enfrentamiento que se apaga durante el resto del año. Por un lado, los defensores del mundo indigenista, como si hubiera sido la cumbre de la civilización universal, a pesar de que está probado lo contrario. Y, por otro, los que pintan el descubrimiento de América y su posterior conquista como si hubiera sido un reparto de caramelos a los indios, bendecido por fray Bartolomé de las Casas. Para colmo, aparece una señora presidenta de México, llamada Claudia Sheinbaum, cuya familia es de origen judío de Lituania y de sefardíes búlgaros, dando lecciones al Rey de España como si ella fuera la nueva princesa del imperio azteca. Al final, todo es política, pero mala.
Sin embargo, la Hispanidad todavía existe. Es un concepto que quedó desvirtuado en el siglo XX. La crisis de 1898, con la definitiva pérdida de las colonias americanas, ya dejó muy tocada a la Hispanidad. En la segunda República, algunos intelectuales intentaron reformular el concepto con un sentido más progresista. El concepto, de todos modos, tenía un inequívoco origen y desarrollo católico, y fue fomentado por la Corona española. Por lo cual no gustaba, en general, ni a los republicanos, ni a los ateos.
Para colmo de males futuros, el franquismo se apropió de la Hispanidad como si Cristóbal Colón hubiera sido falangista. Empezaron a venerar a la Madre Patria y apoyar los golpes de estado, que en América proliferaban en todos los países. Allí, entre las extremas derechas y las extremas izquierdas, la democracia ha sido un milagro. Y todavía lo es. Los exiliados que perdieron la guerra civil española se fueron a América, desde Argentina a México. Mientras que ahora ocurre al revés: el exilio americano viene a España, donde cada año supone más porcentaje de población.
Así está surgiendo una nueva Hispanidad. Son los americanos que hablan español como lengua propia, y que ya suponen el 90% de los hispanohablantes. Son los americanos que acuden a las iglesias católicas en mayor número que en muchos países europeos, y nos han dado a Francisco, un Papa argentino. Son los americanos que sufren a unos políticos sátrapas que los han arruinado entre milongas, mientras robaban y expoliaban a sus pueblos.
Y son también los que en España se avergüenzan de ser lo que son, aunque se aprovechan en la medida de lo posible.
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