Y de nuevo el odio

18 de junio 2024 - 00:00

Con el odio pasa como con la ignorancia, los orgullosos de ejercerlo son los peores, y de esos hay cada vez más.

Definitivamente está ganando la batalla. Quienes prosperan vomitándolo ya han perfeccionado sus mecanismos y los están usando como si no hubiera un mañana. Y no lo habrá, al menos para algunos de nosotros.

El odio necesita unas bases, y éstas son el miedo y la mentira. Cuando nos inculcan un miedo, sea el que sea, generalmente a través de mentiras, somos terreno abonado para cualquier otra creencia absurda mediante la manipulación. Nos convierten en supuestos elegidos, dignos de su verdad, la verdad.

La guerra, el hambre, la peste y la muerte son los jinetes del apocalipsis. El odio es el metajinete que lo impregna todo.

Es increíble que naciones como Alemania, que pagaron con millones de vidas el odio de sus líderes, que estuvieron a punto de modificar el sentido del mundo con mentiras sobre mentiras, con odio sobre odio, vuelvan a confiar en los herederos de esos malnacidos.

Es irreal que sus víctimas hayan asumido su forma de actuar y se apunten ellos también al carro conducido por esos jinetes. Y ahí tenemos a Israel.

Para que el odio cale no se necesitan sólidos argumentos, planteamientos profundos ni programas elaborados. Sólo basta con decir que no a todo y manifestar que nosotros tenemos la receta, que suele ser mágica y que nunca funciona, toda una magnificación de la falacia del falso dilema. Y señalar, siempre señalar, a quien no esté de acuerdo. Aclaro que señalar no es decir que alguien miente o manipula, es poner en el punto de mira a quien te desnuda. Y ese gatillo siempre es fácil de apretar.

Recordemos que en España, no hace mucho, en un chat de militares uno de ellos anhelaba fusilar a “26 millones de hijos de puta”. Y esas declaraciones fueron luego jaleadas por muchos, nunca condenadas. Les sobramos los que somos una amenaza a sus privilegios, que no a sus derechos. Esos privilegios que ya nos llevaron a una guerra vil, mediante un Golpe de estado infame, y a un genocidio de años.

Yo, que estoy en el bando de los fusilables, de quienes por lo visto no aspiramos a un apartamento en la playa sino a un hueco en una cuneta, veo con estupor que declaraciones como ésa nunca sean perseguidas ni investigadas. Mientras, en el otro lado, se encarcela a chavales, en Zaragoza, por asistir a manifestaciones antifascistas, que hay que guardar las equidistancias. O se desaloja una Facultad porque los estudiantes se manifiestan dentro de ella contra el genocidio palestino. Eso pasa hoy en Sevilla en mi Facultad, la de Filología.

Y es que en este país, en la Transición, unos aceptaron el discurso para una supuesta convivencia y otros simplemente fueron a una fiesta de disfraces.

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