
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Nos lavamos más las manos?
Quizás la expresión “un nuevo orden internacional” sea una de las frases recurrentes más usadas en la historia de las relaciones internacionales. Cada vez que ha habido un cambio significativo se ha aludido a esta expresión, de tal manera que su significado se ha ido erosionando con el transcurso del tiempo, perdiendo validez y credibilidad. Lo cierto es que el orden internacional se ha ido configurando desde la Paz de Westfalia como un sistema basado en equilibrios y reglas que han configurado un emergente ordenamiento jurídico conocido como derecho internacional a pesar de las diversas oscilaciones en su evolución.
En este sentido, los puntos de inflexión más relevantes fueron el Tratado de Versalles, al final de la Primera Guerra Mundial, y la Carta de Naciones Unidas, al final de la Segunda, que han tratado de configurar una sociedad internacional parcialmente institucionalizada, ordenada y estructurada en unos principios claves establecidos en el artículo 2 de la Carta, confirmados y desarrollados en posteriores Resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Ahora bien, en este complejo inicio del año 2025 surgen dudas sobre si este orden que se ha ido desarrollando progresivamente a lo largo de la historia y asentado, no exento de dificultades, después de la Segunda Guerra Mundial, sigue vigente o no. Las impulsivas decisiones del presidente Trump basadas en la amenaza y la coerción anuncian un sistema basado exclusivamente en el poder de la fuerza. Poder que se utiliza exclusivamente al servicio de los intereses de una oligarquía que aspira a concentrar la riqueza y los recursos globales a su solo servicio.
En su primer mandato, Trump se había mostrado ya contrario a las reglas de gobernanza global pero la nueva versión 2.0 cargada de codicia e ideas de revancha y venganza (mala combinación con su narcisismo ignorante) plantea inquietantes dudas sobre el futuro del orden internacional. Es paradójico que sus primeros ataques se centren en tradicionales aliados de los Estados Unidos (Canadá, México y la UE) y sea más cauteloso respecto a potencias teóricamente rivales. Por otra parte, los organismos multilaterales han sido objeto ya de sus ataques, especialmente organismos del sistema de Naciones Unidas y, con particular virulencia, la Corte Penal Internacional. Se ha permitido recibir en la Casa Blanca a un presunto criminal internacional con orden de busca y captura de la Corte, Netanyahu, a quien ha animado en su actuación criminal ordenando adoptar medidas contra funcionarios de la Corte.
Estaremos atentos a ver si el orden internacional es suficientemente fuerte para resistir y encauzar estas amenazas o veremos un viejo nuevo orden internacional, que por cierto ya a conocimos antes en la evolución humana, en el paleolítico.
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