El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Las ciencias adelantan que es una barbaridad. Otra cosa es su repercusión social; cuidado, no confundir con la tecnología, tan evidente. Pero el conocimiento que hoy tenemos sobre la estructura del Universo, sobre la materia, caos, o las neurociencias, bioquímica, etc. deberían haber alterado nuestra idea del mundo y del ser humano.
No. Y de hecho existe algo tan extraño como esa contradicción en los términos denominada “científico-creyente”... Cuidado, otra vez, suele decirse que una biotecnóloga puede creer en lo que desee y que faltaría más, yo sinceramente veo la coherencia como un grado en la sabiduría, y esto no quita para mantener una idea de la divinidad spinoziana que en el fondo es atea: el Dios-Todo, o sea, nada. Leo un titular sobre el descubrimiento de los “obeliscos”, moléculas que podrían estar vinculadas al origen de la vida, y añade que puede suponer su explicación sin necesidad de Dios... Alma de cántaro, diría yo, sin necesidad de dioses ya lo hicieron Demócrito y su seguidor Epicuro, si me apuran Platón y Aristóteles, siempre mal leídos por la intelectualidad deseosa de una plaza a la derecha del Padre. La hipótesis “Dios” no ha existido nunca salvo para quienes la quieren creer. Llamar al bosón de Higgs la “partícula de Dios” es otro escándalo similar. Realmente es confuso hasta hablar del origen de la vida, singular reacción química pero nada más, y por tanto dadas las circunstancias: tan posible como una oxidación o cualquier otro fenómeno.
La ciencia, no sé si desde siempre, está divorciada de la sociedad. Solo conocemos de ella lo que supone una rentabilidad para algunos. Si hay una teoría revolucionaria a la que jamás se ha prestado atención o ha sido mal explicada es la de la evolución. Sólo las religiones son conscientes de su peligro, porque si la evolución es un hecho son imposibles. Por ello la persiguen, la malean o plantean alternativas, porque el hecho evolutivo es el ácido que disuelve las preguntas-trampa del orden, de la finalidad, del sentido, de la creencia misma, salvo que elevemos la ridiculez de la revelación a una predeterminación en una fase evolutiva concreta... No hay un primer momento para el lenguaje, la razón o la religiosidad, todo es fruto de circunstancias y azar vinculados a la supervivencia (sexo reproductor), la inteligencia humana no tiene mayor relevancia que el ano de un pulpo... es más destructiva, eso sí.
Si hubiéramos aceptado lo que dice esta teoría, si la enseñanza abarcara a toda la humanidad y se ocupara de lo que importa, de aprender para entender el mundo y vivir consecuentemente, sin miedos ni patrañas, quizá nuestros intereses serían diferentes. Desgraciadamente la ciencia es negocio y hace mucho que desestimó su labor social de deshacer malentendidos. Coexisten la ciencia y la estupidez mayor como iguales, pero mientras aquella es fuente de razonamiento y permite la libertad, la ética, el patán impone su creencia y su moral sin base, y cuando se acerca a la Ciencia la compra y la vende y sigue con sus majaderías. Ay.
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