Los odios y las letras
Lotta Continua
NO salgo de mi asombro. El mundo literario, tan racional y de progreso, se está cubriendo de gloria corporativista estos días. Es muy sencillo: en nuestro país se puede escribir lo que te dé la gana. Claro que se puede hacer una novela sobre un crimen, si estás alejado en el tiempo, si es una fabulación, si cambias datos, fechas o nombres. No es una cuestión de libertad de expresión, eso es demagogia pura.
Que tú no puedas usar la vida, las experiencias, los traumas, las agresiones, las sentencias, las prácticas alimenticias o sexuales (siempre tan vinculadas) de alguien sin su permiso explícito no es coartar tu libertad de expresión, aunque lo hagas en nombre de la información. Es delinquir, sin más. El problema del intelectual de eslóganes es que cuando ha de pronunciarse la superficie no le deja ver el fondo; su imagen de defensor de la libertad está por encima de la realidad, nada le impedirá ser un adalid de ideas preconcebidas aunque termine afirmando lo contrario de lo que pretende defender. Oímos argumentos que convierten a Bretón en un psicópata literario y al libro de Luisgé Martín en una opción amoral de expresión que lo exime de responsabilidad para evitar que todos seamos víctimas del control. Qué guay.
Retirar o “secuestrar” la publicación (han llegado a decir) no es lo que se pretende, sino proteger los derechos de unos niños asesinados cruelmente y de una madre a la que se ha provocado unos de los sufrimientos más atroces. Es una cuestión ética. Como escritor, ¿tu obra merece tanto como para pasar por encima del sufrimiento de los demás? No. No soy partidario de prohibir de antemano, esto no es censura sino responsabilidad. ¿De verdad Anagrama no sabía lo que podía pasar en el lanzamiento del libro? No me lo creo. Si no lo contemplaron, malo; y si lo hicieron, peor.
Un autor puede hacer lo que le dé la gana. Que escriba, por supuesto. ¿Pero está por encima de la Ley? La libertad de expresión no es un privilegio especial: “¡Yo soy literata!”. Salvo contar el dolor ajeno para tu propia obra (indefendible), la literatura no tiene más límites que tu capacidad para fabular, narrar, construir, analizar... Para mí, el pensador más importante del siglo XX español es JRJ. No creo (me falta la fe) en una literatura que sea sólo escritura: más, más...
Déjenme autocitarme. Publiqué Tenebrario a partir de tres casos de niñas asesinadas en Huelva, usé detalles de todos los crímenes; he visto a la gente llorar en mis lecturas, yo mismo he dejado casi de leerlo en público porque también lloro... Muchas, muchas veces he pensado qué rondaría la mente de unos de sus familiares en caso de encontrarse con mi libro. No me gusta pensar que les provoco sufrimiento, eso me hace sentir a veces dudas... Jamás se me ocurrió usar un nombre, nada identificable. Es una pena ver a supuestos progresistas defender ideas reaccionarias, aunque ya no nos sorprende ver feministas de boquilla hablar como machistas irredentos.
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