Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Vivía Sevilla en plena luna de miel con Curro Romero, estábamos en el verano de 1959 y Diodoro Canorea monta dos novilladas para darle sitio a un chaval también camero que había estado muy bien con una novillada de José Luis Hidalgo en el cierre de la Feria. Paco Camino era la base de esas dos novilladas y no sólo revalidó cartel, sino que lo puso por las nubes en un encierro de Pérez de la Concha alternando con Juani Vázquez y Rafael de Paula. Cuatro orejas cortaría aquel día el hijo de Rafaelillo, un banderillero que le había inoculado el veneno del toreo.
Esa tarde calurosísima del 18 de julio de 1959 fue el pistoletazo de salida para una carrera triunfal y para una rivalidad que en Camas fue tremenda, como una especie de Betis-Sevilla entre curristas y caministas. Muy pronto se fundarían sendas peñas donde el fervor a sus toreros era enfermizo y de la fuerza de aquello hay que observar cómo sobrevive una de ellas. Han ido desapareciendo partidarios por el paso del tiempo y aquella rivalidad ya es historia lejana, pero ¿tenía razón de ser ese enconamiento?
Fue un enfrentamiento más hijo de la proximidad geográfica, pues se trataba de dos toreros que tenían muy poco que ver. Mientras que el currismo sobrevivía como en un acto de fe, el caminismo tenía el fundamento de la excelencia de un torerazo. ¿Y por qué Sevilla se inclinó tan incondicionalmente en las filas del currismo? Sencillamente porque desde el primer momento consideró a Curro como a uno de los suyos, la relación con Paco fue siempre más distante y la verdad es que no toda la culpa fue de Sevilla.
No hay una razón lógica que explique esa toma de posturas, pero la verdad es que todo ese desencuentro se desarrollaba bajo algo tan rotundo como era la capacidad de Paco Camino y el arte de Curro Romero. ¿Estaba exento de arte Paco? Ni muchísimo menos y nadie podrá poner en duda que jamás un torero se fue de la cara del toro con el aire de Paco Camino. Y eso era el añadido de una realidad incuestionable, la de la cantidad de toros que le servían.
En esa rivalidad hay muy pocos cara a cara. Por ejemplo, en Sevilla sólo coincidieron en cuatro tardes, siendo la última en una corrida de Alipio en la que Jaime Ostos era el primer espada. Y en esa tarde de Feria de 1966 se dio un hecho que el currismo no aceptó. La Feria iba mal para Curro y Paco le había cortado las orejas a un toro de Cuadri la tarde anterior, cuando éste entró en un quite por chicuelinas y una voz salió del tendido: “Curro, ya vendrá el verano”. El grito era por un spot televisivo que publicitaba un frigorífico y que en la plaza movió a la hilaridad, risa que Paco ocultó en la esclavina de su capote.
También hubo encontronazos gozosos, sobre todo en dos ocasiones con Diego Puerta abriendo cartel. La primera fue el jueves de Feria de 1965 y la siguiente en San Isidro de 1966 con los tres saliendo en hombros por la Puerta Grande. Años después coincidirían los tres en una plaza portátil montada en Camas, pero lo cierto es que torearon juntos menos veces de las deseadas. Fue una rivalidad más ejercida por los partidarios que por ellos mismos. Hoy vuelve a la tierra, donde yacen sus padres y Joaquín, su querido hermano muerto en Barcelona por un toro de Atanasio. Tras muchos años, Paco vuelve a casa.
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