Padre no hay más que uno

El grupo del PSOE en el Parlamento de Andalucía ha presentado una propuesta pidiendo que se reconozca a Escuredo como “PADRE DE LA AUTONOMÍA ANDALUZA”, así, todo en mayúsculas. No se nos deben caer los anillos por reconocer los méritos del que fuera presidente de la Junta de Andalucía en el proceso por el que el pueblo andaluz conquistó la autonomía, junto con otros muchos andaluces y andaluzas. También debemos respetar el derecho de sus correligionarios a proclamar sus virtudes, e incluso reclamar su canonización, si lo estiman pertinente. Pero hay algunas cuestiones que a la hora de reflexionar sobre reconocimientos colectivos de esta clase conviene poner encima de la mesa, como sano ejercicio de memoria colectiva y en honor a la verdad. Es posible que el deseable relevo generacional producido en las filas de todas las organizaciones políticas provoque que cuando evocan el pasado se les aparezca borroso. En ocasiones es cosa de la juventud. Otras de la ignorancia. Incluso, a veces, de la mala fe. Pero la natural tendencia humana a embellecer el pasado, especialmente si es el propio o el de los amigos, no nos debe hacer perder la perspectiva.

La memoria de los andaluces se merece un respeto. El enorme esfuerzo desplegado por el presidente Escuredo en el proceso autonómico también merece nuestro respeto y el del conjunto de la sociedad andaluza. Pero iniciativas como esta de su propio partido son tan contraproducentes que pueden empujar a que ese respeto se le pierda. Personalizar el intenso y especialísimo proceso autonómico andaluz, con rasgos incluso épicos, en un solo individuo es una simplificación que, ni es verdad ni es adecuado hacerla por cuanto de colectivo, popular y transversal significó aquella conquista. Afirmaciones recogidas en el texto de la proposición del PSOE, tales como “compromiso insobornable” o “entendió mejor que nadie” son poco acordes con la verdad de los hechos, porque las contradicciones de su propio partido en aquel proceso fueron manifiestas y sus silencios dejaron mucho que desear y bastante por despejar. Presentar esta iniciativa ha sido un error del PSOE y provoca un daño cierto al presidente Escuredo, que no merece.

Si el PSOE quiere seguir adelante en esta alocada carrera para abanderar quién sabe qué, es una decisión política que sólo a ellos afecta. Pero que no lo hagan manoseando la historia. Cuando se debatió el Estatuto de Autonomía de 1981, los andalucistas se quedaron solos defendiendo que hubiera un preámbulo en el que se reconociera a Blas Infante como Padre de la Patria Andaluza. Los demás partidos no lo aprobaron. Aquel intento de marginar su memoria fue corregido por el Parlamento de Andalucía en 1983, aprobándose que en las ediciones del Estatuto se incluyera un preámbulo con ese reconocimiento. Iniciativas como la que analizamos nos recuerdan los reiterados intentos a lo largo de casi el último siglo de historia de Andalucía de que el personaje y, sobre todo, su mensaje liberador caigan en el olvido.

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