La parida de la paridad

17 de mayo 2023 - 00:00

Tengo un hijo que estudia Ingeniería y al que le gusta navegar. Por eso, decidió probar suerte en el equipo de regatas de su universidad. Consiguió reunir a tres compañeros de tripulación, que también sabían de vela y, juntos, fueron a inscribirse. Les dijeron que eran los únicos en apuntarse y que representarían a la Universidad de Granada en Valencia, donde tocaba regatear este año, que su universidad ponía el barco (un flamante Platu 25) y pagaba el viaje, alojamiento y dietas, pero que uno de los regatistas tenía que tener, al menos, el título de Patrón de Navegación Básica. Estaban de suerte: mi hijo acababa de sacarse el título inmediatamente superior, el PER.

Sin embargo había otro pequeño escollo: “el equipo tiene que ser mixto; las chicas también tienen derecho a navegar”, les dijo el sonriente funcionario remitiéndoles al Reglamento de Vela del Campeonato de España Univesitario. Los chicos alegaron que había sido muy difícil reunir a cuatro estudiantes de esa universidad de interior que no se marearan en un barco. “Ya, pero esto es por el reglamento del CEU: al menos dos chicas y dos chicos”, insistió el funcionario del Centro de Deportes.

Mi hijo y sus tres amiguetes recorrieron facultades, escuelas universitarias, residencias y colegios mayores preguntando si alguna chica sabía navegar. Pusieron carteles en los corchos y en las farolas. Nada. Llamaron a los clubs náuticos cercanos por si tenían noticia de alguna alumna de vela que estudiara en su universidad: Motril, Málaga, Algeciras... Y tampoco nada. Entonces volvieron a visitar al amable funcionario del bigote y explicaron que no eran ni machistas ni excluyentes ni patriarcales ni misóginos, pero que no encontraban a ninguna alumna que pudiera o quisiera acompañarles y que, por tanto, era obvio que ninguna deportista estaba siendo discriminada por ser mujer. “Si este reglamento es para que las mujeres no sean discriminadas, el legislador y usted pueden estar seguros de que ninguna lo está siendo”, insistieron.

“Ya. Pues, sintiéndolo mucho, no podéis representar a la Universidad; me temo que no habrá equipo de vela este curso”, concluyó el trabajador mientras continuaba con su rutina administrativa. Y así ha sido: no hubo equipo de vela.

Mi hijo sigue sin entender, como me pasa a mí, que en una sociedad que quiere acabar con los estereotipos de género, donde prevalece lo no binario y lo fluido, en la que el sexo es una circunstancia asignada al nacer y donde la autopercepción sexual prevalece ya legalmente sobre lo cromosómico, las universidades sigan pensando que un Platu 25 no admite tanta testosterona. En fin, son los tiempos.

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