El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Tengo un hijo que estudia Ingeniería y al que le gusta navegar. Por eso, decidió probar suerte en el equipo de regatas de su universidad. Consiguió reunir a tres compañeros de tripulación, que también sabían de vela y, juntos, fueron a inscribirse. Les dijeron que eran los únicos en apuntarse y que representarían a la Universidad de Granada en Valencia, donde tocaba regatear este año, que su universidad ponía el barco (un flamante Platu 25) y pagaba el viaje, alojamiento y dietas, pero que uno de los regatistas tenía que tener, al menos, el título de Patrón de Navegación Básica. Estaban de suerte: mi hijo acababa de sacarse el título inmediatamente superior, el PER.
Sin embargo había otro pequeño escollo: “el equipo tiene que ser mixto; las chicas también tienen derecho a navegar”, les dijo el sonriente funcionario remitiéndoles al Reglamento de Vela del Campeonato de España Univesitario. Los chicos alegaron que había sido muy difícil reunir a cuatro estudiantes de esa universidad de interior que no se marearan en un barco. “Ya, pero esto es por el reglamento del CEU: al menos dos chicas y dos chicos”, insistió el funcionario del Centro de Deportes.
Mi hijo y sus tres amiguetes recorrieron facultades, escuelas universitarias, residencias y colegios mayores preguntando si alguna chica sabía navegar. Pusieron carteles en los corchos y en las farolas. Nada. Llamaron a los clubs náuticos cercanos por si tenían noticia de alguna alumna de vela que estudiara en su universidad: Motril, Málaga, Algeciras... Y tampoco nada. Entonces volvieron a visitar al amable funcionario del bigote y explicaron que no eran ni machistas ni excluyentes ni patriarcales ni misóginos, pero que no encontraban a ninguna alumna que pudiera o quisiera acompañarles y que, por tanto, era obvio que ninguna deportista estaba siendo discriminada por ser mujer. “Si este reglamento es para que las mujeres no sean discriminadas, el legislador y usted pueden estar seguros de que ninguna lo está siendo”, insistieron.
“Ya. Pues, sintiéndolo mucho, no podéis representar a la Universidad; me temo que no habrá equipo de vela este curso”, concluyó el trabajador mientras continuaba con su rutina administrativa. Y así ha sido: no hubo equipo de vela.
Mi hijo sigue sin entender, como me pasa a mí, que en una sociedad que quiere acabar con los estereotipos de género, donde prevalece lo no binario y lo fluido, en la que el sexo es una circunstancia asignada al nacer y donde la autopercepción sexual prevalece ya legalmente sobre lo cromosómico, las universidades sigan pensando que un Platu 25 no admite tanta testosterona. En fin, son los tiempos.
También te puede interesar
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Al microscopio
Ana Villaescusa
La violencia más cruel
Quizás
Mikel Lejarza
Hormigas revueltas
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La semana ‘horribilis’ de Sánchez
Lo último