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Cuando leí que el Papa ha nombrado a fray Pasolini como el nuevo predicador de la Casa Pontificia, el encargado de predicar ante el Papa y la Curia Romana las catequesis de Adviento y Cuaresma, tuve la sensación de que trataba de una de esas bromas o travesuras que tanto gustaban a aquel otro Pasolini, el de la crucifixión de La ricotta o San Francisco predicando a los pájaros en Pajaritos y pajarracos. O también de una forma de hacer justicia poética –otro Pasolini predicando al Papa y a la Curia– al director que tuvo las narices de hacer sonar La Pasión según San Mateo en la agonía de un desdichado ladronzuelo en Accatone, filmar el dolor de una prostituta por la muerte de su hijo reproduciendo las iconografías del Cristo muerto de Mantegna y el llanto de la Virgen entre San Juan y la santas mujeres en el final desgarrador de Mamma Roma, el éxtasis y la levitación proletaria de la criada de Teorema o de representarse como un discípulo de Giotto pintando los frescos de la Basílica de Santa Clara. Sobre todo, el director que creó la más sincera, más fiel al Evangelio y más emocionante película sobre Jesucristo jamás rodada, El Evangelio según Mateo. Nunca el cine se acercó tanto a lo sagrado. Por supuesto Pasolini no fue precisamente un santo, pero tampoco lo fueron Miguel Ángel o su admirado Caravaggio.
Este otro Pasolini, de nombre Roberto, es un fraile capuchino –el cargo de predicador de la Casa Pontificia ha estado confiado a los capuchinos desde 1707– de 53 años que se ha dedicado por igual al servicio a los más necesitados, la predicación a los jóvenes, la enseñanza de Lenguas Bíblicas y Sagradas Escrituras en el Studio Teologico Laurentianum de frailes menores capuchinos en Milán y Venecia, de exégesis bíblica en la Facultad de Teología de Italia Septentrional en Milán o la escritura de libros de espiritualidad, siendo especialmente apreciada su trilogía Non siamo stati noi, È stato Dio y Saremo noi, desafortunadamente no traducidos al español, estándolo solo “Señor, enséñanos a orar. El arte de la oración” (Ed. San Pablo). Tuvo una juventud digamos que borrascosa y alejada de la religión, hasta encontrarse con Dios porque “necesitaba un Cielo al que gritarle”.
Ha querido la casualidad que cuando fray Pasolini predique en 2025 la catequesis de Cuaresma ante el Papa y la Curia se cumplan 50 años del asesinato del otro Pasolini.
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