Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Me he reído en más de una ocasión con leyes, sobre todo de los estados de los EEUU, que para esto son una mina, que retan a cualquier lógica.
Por ejemplo: Está prohibido cruzar los límites del estado con un pato en la cabeza (Minnesota). Está prohibido llevar a la Iglesia un bigote falso que pueda causar risas (Alabama).
Esta última nos acerca a una Ley española (se incluyó, modificando otras anteriores, en el Código Penal en 1995, casi ayer por la tarde) que es la de ofensa a los sentimientos religiosos y que dice que: “Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican”.
Y a mí todo lo que sea legislar sobre temas difusos, sentimentales o ceremoniosos creo que cabe más en una telenovela (aunque sea turca) que en un Tribunal.
A pesar de esa indefinición, se han presentado en España muchas denuncias por esta Ley que han quedado limitadas al escarnio final contra las asociaciones que las han presentado, todas de extremo centro por la banda, por cierto. Algunas han sido sonadas como la de la procesión del coño insumiso (sic) o la presentada contra la que fue Portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre.
Y todo eso ocurre porque, por lo general, tropiezan contra valores más definidos y protegidos como el de la libertad de expresión. Es decir, que quizás el trasfondo no sea tanto buscar la condena mediante sentencia sino el linchamiento mediático, que es en muchos casos peor porque quienes denuncian la usan como si fuera ya una condena por violación de los derechos humanos.
Es lo que conoce como lawfare que es el uso de procesos legales para inmovilizar o destituir a alguien. Es una herramienta usada por grupos religiosos y políticos extremistas que suelen ser más laxos con las conductas delictivas de algunos miembros de las entidades a las que defienden que contra quienes las critican.
Y más de dos pensarán que esto es una tontería, pero hace poco todos éramos Charlie Hebdo (era fácil, los desalmados eran de los malos), aunque pocos recuerdan que en España también fuimos El Papus, revista satírica contra la que atentaron, con bomba y muerto, en 1977 unos salvajes de la Alianza Apostólica Anticomunista que nunca (entonces era muy habitual ese “nunca”) fueron juzgados.
Esos raseros... en fin, que lo dejo, que se me ha cagado un pato en la cabeza y me tengo que lavar.
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