La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Aunque pasó a principios de octubre, todavía se me pone el cuerpo malo de pensar lo que pasó el hombre que fue linchado en La Línea porque se había difundido el bulo de que había intentando secuestrar a un chiquillo en las inmediaciones de un colegio.
Ese día miré el móvil tras echarme una siesta y tenía varios vídeos del suceso. “Bien merecido” o “poco le han hecho” son los primeros pensamientos que tiene uno cuando ve la respuesta que ha tenido por parte de la gente que ha evitado que se lleven a un niño. Pero enseguida abrí la web de Europa Sur para ahondar un poco más en lo que había sucedido y ahí se me cortó el cuerpo. Resulta que la Policía Nacional no tenía ninguna denuncia sobre un intento de secuestro por parte de ese hombre y que todo había surgido de un bulo, una información que se fue tergiversando de boca en boca hasta que desembocó en una paliza a una persona inocente que después de que un coche patrulla lo llevara a la Comisaría, ingresó en la unidad de Salud Mental del hospital de La Línea.
A pesar de que todos los medios nos hicimos eco de que se trataba de un bulo y de que nadie había presentado denuncia, en los comentarios de las redes sociales muchos seguían incidiendo en el posible secuestro. “Eran tres y solo han cogido uno”. “Me han comentado que venían en una furgoneta blanca, tened cuidado porque todavía sigue por La Línea”. “¿Que no hay denuncia? Yo vi que estaba cerca de una niña y estuvo a punto de llevársela”. Estos son algunos ejemplos de que los bulos no tienen freno. Y si no, recuerden ustedes el de Ricky Martin y el bote de mermelada (o era de paté) en el programa Sorpresa, sorpresa, que en un par de días se difundió por toda España en una época en la que no había redes sociales ni WhatsApp. En mi clase del instituto mi amigo Jesús sostenía que lo había visto en directo y que incluso lo había grabado en vídeo…
Los bulos, de la mano de la desinformación, son uno de los grandes problemas a lo que nos enfrentamos en la actualidad. No es raro que en alguna conversación se haga mención a una noticia que a todas luces es falsa, pero como la ha publicado un supuesto medio de comunicación ya se da por verdadera. En otras veces son los propios medios los que provocan esa desinformación con titulares engañosos porque la mayor parte de los lectores se quedan solo con la primera línea de lo que leen y no se sumergen en el resto del texto.
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