Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
A paso ligero
En los últimos días se han viralizado los vídeos de dos anuncios de inmobiliarias en el ultraliberal y despiadado Madrid. En el primero choca que, nada más abrirse la puerta, el vendedor tiene la cabeza ladeada, como si hubiera dormido retorcido. No es tortícolis, sino el techo exageradamente abuhardillado de un zulo de 27 metros cuadrados en Chamberí. El vendedor no duda en describir semejante mierda de vivienda como “fácil de limpiar”. Y tanto, como que se puede ir al baño mientras se remueven los espaguetis en la hornilla y la cama (un colchón tirado en el suelo) es poco menos que un ataúd. No apto para claustrofóbicos. Pero por solo 199.000 euros, seguro que algún especulador ya lo ha comprado para convertirlo en una “coqueta” vivienda turística con la que engrosar la gentrificación de la capital del reino.
El segundo anuncio es justo lo contrario. Un luminoso inmueble en una de la zonas top de la capital por solo 1,2 millones de euros que el vendedor dirige hacia jóvenes con posibles, para la BBC madrileña (Borjas, Boscos y Cayetanos); bueno, más bien a sus padres. “Tiene una luminosa cocina que puede servir de apoyo a las barbacoas en la terraza” junto con “ideal como primer piso” ratifican que la vivienda hace tiempo que dejó de ser un derecho para convertirse en un lujo.
Mientras tanto, una inmensa mayoría de jóvenes (y no tan jóvenes) las pasan canutas para constituir una hipoteca con la que poder emanciparse. Porque alquilar hace tiempo que dejó de ser una opción razonable. Y no hay que irse a Madrid para encontrar ejemplos. En Algeciras hay barrios como El Rinconcillo donde es imposible vivir un año completo. “Alquiler solo de octubre a junio” es la machacona cantinela que se lee en los portales de compraventa con los que los propietarios se pagan, a costa de otros, el apartamento de verano para remojarse en la playa de junio a septiembre.
La vivienda es un problema grave, de primer orden, que sigue sin resolverse en este país. La reciente ley no ha servido para nada porque las inmobiliarias siguen cobrando comisiones abusivas a las que ahora han cambiado de nombre.
En este país hay una generación completa que no tiene más opciones que esperar a heredar la vivienda de sus padres para acceder a uno de los derechos más pisoteados de la Constitución.
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