En tránsito
Eduardo Jordá
Memoria histórica
Hlace más de 20 años, un veterano guardia civil me contó cómo a él y a un compañero se les cortó la respiración la primera vez que detuvieron a un narco con una pistola. Aquello era lo nunca visto y dibujaba para los que se enfrentaban a los traficantes a pie de playa un nuevo panorama, mucho más oscuro y aterrador. El Campo de Gibraltar era, desde hacía muchas décadas, un territorio de contrabandistas que transportaban productos de Gibraltar o de Marruecos de forma ilegal. Conocían su sitio y sabían que enfrente estaba la Policía Nacional, la Guardia Civil o el Servicio de Vigilancia Aduanera para hacer su trabajo. Cada uno iba a la suyo y si te pillaban, buenas noches, señor agente y al talego. A ninguno se le había ocurrido, hasta entonces, llevar un arma.
Cuando el contrabando se quedó sólo en el tabaco, el sector pesquero y sus derivados expiraron, las ciudades comenzaron a crecer de forma desmedida, quizás por encima de sus posibilidades, y a cargar de desempleados las calles, mientras las organizaciones dedicadas a pasar hachís por el Estrecho requirieron cada vez más mano de obra. A la par crecía la producción en Marruecos y aumentaba la demanda en España y el resto de Europa. Había surgido una nueva industria que nadie vio, o nadie quiso ver, venir.
Un chico que intentaba hacerse un hueco en el mundo de la pelota hacía trabajos de punto para uno de esos clanes de la droga. Una mala noche, al ir a un alijo, alguien le puso en las manos una pistola. Por si las moscas. La respiración se le cortó como al guardia civil veterano el día que lo detuvo.
El entramado de la droga en el Campo de Gibraltar ha seguido su camino y, lo mismo que muchos pasaron del tabaco al hachís, ahora pasan a la cocaína. Es una cuestión de dinero. Ya había pasado en Galicia. El hachís deja más beneficios que el tabaco y menos que la cocaína. No sólo la que entra desde hace años en contenedores por el Puerto de Algeciras, sino la que cada vez más se introduce en narcolanchas. Los narcos sudamericanos descubrieron el Estrecho como paso ya conocido por los españoles y marroquíes y no tardaron en venirse. En 2019, la Guardia Civil incautó una lancha con 1.280 kilos de cocaína. Era la constatación.
El cargamento había que protegerlo de otros clanes y de las pistolas se pasó a las armas de guerra, cada vez más presentes. El pasado día 2 hubo otro tiroteo en el Saladillo. Esta vez no hubo heridos. Pero si seguimos así, los habrá.
El Plan Especial de Seguridad para el Campo de Gibraltar del Ministerio del Interior, puesto en marcha en julio de 2018, ha sido un éxito en lo que era su objetivo, acabar con la impunidad que mostraban los traficantes. Pero eso mismo revela que es tan necesario como insuficiente. Que no basta con coger a los narcos y detenerlos. Porque está claro que con eso sólo la rueda sigue. Y cada vez es más peligrosa.
También te puede interesar
En tránsito
Eduardo Jordá
Memoria histórica
La esquina
José Aguilar
Montero: perder con dignidad
El balcón
Ignacio Martínez
Política potente, candidata débil
Por montera
Mariló Montero
La gran farsa
Lo último