
Monticello
Víctor J. Vázquez
Yo. Nosotros
Leo con el corazón dolorido a Lyn Smith, un libro de testimonios del Holocausto. Pienso en la enseñanza, la juventud actual ultraestimulada (varones) y la deriva del mundo contemporáneo. Pienso que la educación juega un papel primordial en todo esto y estamos errando.
Hay dos factores que pervierten el sistema educativo: creer que los contenidos son un fin en sí mismos y sumen prescindir de la memoria y la tradición cultural como material de arranque imponiendo lo actual, lo cotidiano, para terminar dando una preeminencia al discente que lo idiotiza ante la falta de estímulos ajenos, externos, aherrojado en su solipsismo y pendiente siempre de un diagnóstico de salud mental. Primero: el estudio es inútil, no sirve para nada si no vale para el desarrollo de la persona y sus necesidades. El dato es vano sin un uso adecuado: el amor, el sexo, la belleza, la justicia, la ética, la amistad, la naturaleza, la felicidad o el destierro de los miedos ancestrales son el objetivo último de todos los conocimientos, de las matemáticas o la química, de la historia o del arte. Los prejuicios religiosos, tradicionalistas y el poder económico hunden al individuo en su herencia social y familiar porque así es controlable, hará lo que conviene a quien domina. La Educación siempre es progresista o no lo es, la apertura a la recepción crítica de todo es lo contrario del adoctrinamiento (el real) que supone creer en momias conceptuales. Segundo: debemos estudiar para sufrir con el dolor ajeno. La historia lo es del sufrimiento, no se aprende sino que ha de servir para entender el porqué de la violencia, el origen (inevitable) del mal y sus actores. Debemos descomponer los hechos y las causas para intentar evitar ser asesinos, porque nadie se conoce jamás a sí mismo.
Leo la degradación absoluta del nazismo (no es la única) y nos confundimos: pensar en las víctimas es fácil, es emocional. ¿Quién no va a sentir empatía por unos niños a los que pisan la cabeza hasta reventarles el cráneo salvo una minoría? La cuestión es cómo no llegar a esa situación en la que son mayoría quienes ejercen el crimen absoluto. La responsabilidad es individual, la ignorancia (madre del mal) no es la falta de formación; esos criminales del Holocausto eran cultos, diseñaron una obra de ingeniería complejísima para exterminar a personas. El estudio no nos hace mejores sino el proceso de análisis de nuestros miedos, deseos, de nuestra naturaleza, cuanto aprendemos es solo una vuelta a lo que somos, lo demás es apósito estético justificativo. Nuestra época se ha entregado a la riqueza. No es ahora la raza el motivo genocida sino la pobreza. La exaltación de la superioridad del rico ha arrumbado al humanismo como gesto de cobardes, cuando no hay nada más valiente que enfrentarse una a sí misma. Todos estos criminales que empiezan a controlar el mundo no tienen la fuerza suficiente para afrontar sus propios miedos y apalean para ahuyentar sus fantasmas infantiles. Ay de la humanidad, qué espiral más peligrosa está navegando...
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