Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Con el paso del tiempo he aprendido a disfrutar de las pequeñas victorias del día a día, como si la felicidad fuese la suma de "diminutos momentos felices" (así los llamo yo). Y me di cuenta de que en esa suma también entraban los logros de los demás. Emocionarme con el éxito del otro es algo único, especial. Y no porque yo controle esa emoción, sino porque sale de adentro. Y al menos a mí, me hace sentir más humana, más real. Sobre todo, cuando sabes que esa persona lo merece.
Eso me ha pasado con Carmen Mateos, finalista al mejor libro infantil en la gala de los Premios Círculo Rojo, editorial de prestigio a nivel mundial en el ámbito de la autopublicación. Carmen es linense de pura cepa y, además, es mi tía. Estuvo con mi tío, un hermano de mi madre, cerca de 30 años. Él, que en paz descanse, era el menor de los varones de la saga Boza.
Carmen cuidó de mi tío hasta el último día: fue amor, paciencia y compañera, quizás, la mejor que se pueda tener.
En estos años la he visto caer, levantarse, desvanecer, dudar, reír, llorar… pero nunca se rindió. Siguió luchando como la mujer valiente que es y todas esas emociones las transformó en millones de letras y en Lucas y el poder del sí, un libro para niños cargado de emoción y aprendizaje.
Yo soy de las que piensa que cuando la vida te golpea, te compensa de alguna manera, y, a veces, puede ser extraordinaria. Le deseo a mi tía, a Carmen, a la mujer de mil batallas, muchísima suerte en los premios, que, aunque no quede primera, para mí ya ha ganado.
Y hablando de mil batallas, me viene a la cabeza la figura de la mujer. Esa que ha estado cientos de años a la sombra y que, de un tiempo hacia aquí, va asomando la cabeza. No estoy hablando de igualdad, machismo o feminismo, hablo de tener nuestro propio espacio, o de poder caminar por la noche sola y sin miedo.
Debo reconocer que, metida de lleno en "mundo de hombres", en pocas ocasiones me he sentido desplazada por ser mujer. He sido militar y futbolista. Esto último por más de 22 años. En mis inicios sí escuchaba en la grada aquello de "vete a la cocina a fregar", pero poco a poco la cosa fue mejorando, aunque no se ha erradicado por completo.
Aún queda mucho por recorrer en esta lucha, pero espero que consigamos, algún día, ser ejemplo para esos países en los que siguen lapidando a mujeres por, según ellos, delitos irremisibles. Por delitos que, para el hombre, no lo son.
Ojalá el poder del sí y del optimismo llegue a cada rincón y hagamos del planeta no solo un lugar mejor en el que vivir, sino una oportunidad continua de evolucionar.
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