18 de octubre 2024 - 03:06

Cuando la crisis inmobiliaria, ésa en la que todo el mundo construía y los políticos se corrompían y los bancos prestaban con nuestro cash (ya gastado), surgió una insurrección fruto del hartazgo y la necesidad. Llegaron las asambleas, comenzó el fin: gente de origen incierto salía, hablaba, controlaba y se proponía en sacrificio por los demás… para terminar en los Parlamentos; hay que admitir que amortiguaron, pero sin que se cumplieran las esperanzas.

La democracia necesitaba reformas, había que atacar las causas de la corrupción y todas tenían que ver con la falta de control sobre el personal que llega al poder. No se trataba de impedir con un censo quién sí y quién no, eso no es, sino de quitar los caramelos, esto es: suprime lo que se pueda de lo que corrompe a la política y atenuarás su podredumbre.

Si la política supone una profesionalización, sus intereses no serán los de la ciudadanía; entonces se debatió: limitar la estancia en los cargos o puestos de libre designación a dos legislaturas, tres en el caso de los graves (Presidencias, ministras...), puedes volver pero tras unos años de ingreso obligatorio en tu oficio. Limitar, salvo situaciones reguladas, el horario de los cargos públicos, ocho horas y fines de semana libres, deja de convertir la megalomanía en explotación irracional que sólo sirve al vividor de palacios. Además, política es gestión, la propuesta de proyectos que habrán de ser revisados y fiscalizados por un cuerpo de funcionarios, verdadera guardia protectora de la democracia, o sea, reuniones justificadas, papeleos y para casa... ¿Qué coño es eso de inaugurar, participar en ferias, desfiles...? Recibe a la ciudadanía, que para eso te pagamos.

Circulaban propuestas como éstas... Hoy la política es un pase de modelos, literal a veces, con una prensa del corazón-público que nos vende exclusivas que nada tienen que ver con las ideas o la vida cotidiana. Eliminamos la posibilidad de cambio, pusimos a la zorra al cuidado del gallinero. El panorama es desolador, unos comienzan a oler a podrido y otros tienen podrida la base, son figuras que duran lo que su frescura, y lo peor está en esos “rescoldos” que no salen y se lo llevan calentito: trabajando en un despacho, con un buen equipo de abogadas funcionarias, no se necesitan asesores externos venidos sabe dios de dónde, el negociete se limita.

O ponemos pie en pared, o esta gentuza delincuente se va a despellejar usando como armas nuestros huesos. Ésa es la Historia (nótese la mayúscula). La democracia puede morir de éxito, dejando que cualquiera llegue: no, ha de haber una vocación de servicio y, lo siento, se requiere una formación, que no tiene por qué ser reglada, pero la realidad es que la ignorancia no suele ser buena consejera. El Poder Judicial muestra síntomas de gangrena, el Ejecutivo está podrido y el Legislativo hiede a putrefacto como un diplodocus descompuesto en un cuartito. Esto construye fascistas, en la espiral de ignorancias: quienes por desesperación buscan ejecutores.

stats