Política internacional

Las dos orillas

Algunas novedades de hoy en día nos recuerdan nuestra infancia. Los que nacimos antes de que muriera Franco (es decir, los mayores de 50 años) recordamos detalles de aquellos tiempos. Y es curioso que vuelven a estar de moda. Por ejemplo, la política internacional. En los periódicos de antaño se prestaba gran atención a la sección de Internacional. Se sabía todo lo de los Kennedy. Nixon y los americanos, Jruschoy y los rusos soviéticos que se habían llevado nuestro oro a Moscú y nunca más se supo. El general De Gaulle, que era francés, y sin embargo un hombre de orden. Balduino y su esposa Fabiola, la reina española de los belgas. Las malas lenguas decían que esta afición a lo internacional era para que no se hablara ni escribiera de la política española. Franco seguía pescando salmones.

Por supuesto, apenas se supo del contubernio de Múnich en 1962, entre los demócratas del exilio (incluido algunos socialistas) con demócratas cristianos y monárquicos de Don Juan, para europeizar este país con una década y media de adelanto. Así que aquellos eran tiempos recios, como diría el difunto Mario Vargas Llosa. Y leímos aquella pregunta maravillosa de cuándo se jodió el Perú, pero no se sabía cuando se había jodido el país al que Vargas Llosa se vendría a vivir con el tiempo democrático, aunque falleció en Lima, no en Madrid, casualmente.

Ahora se vuelve a hablar y a escribir de política internacional. De repente, por culpa de Donald Trump, se habla menos de Carles Puigdemont y los catalanes, incluso de la ultraderecha feroz. Siempre es bueno para los políticos de medio pelo tener un enemigo. Porque se hace la política en contra de. En vez de hacerla en positivo, que es como se debería, pues no se trata de eliminar a otros, sino de arreglar el mundo. Así las cosas, ahora si Pedro Sánchez se va a Pekín para ver a Xi Jinping es un notición. Y se exagera demasiado. Pues no van a echar a los americanos de las bases, ni nos vamos a salir de la OTAN, que parece que ya no es un club de fans de los yanquis, como se dijo en otros tiempos.

Y de repente Europa también importa mucho. Aquella Bruselas, donde reinaban Balduino y Fabiola, monarcas piadosos, se había convertido en la capital de los fondos europeos. Era como una bolsa de caridad a la que se recurría en casos de apuros. Y allí los populares y los socialistas eran amigos para siempre, pues participaban en el reparto. Pero ahora resulta que los aranceles han asustado al mundo. Y viene lo peor, porque no sabemos quiénes son los amigos ni los enemigos. Y eso puede originar conflictos inesperados.

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