La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Las distintas guerras que se solapan en el complejo teatro bélico que constituye Oriente Medio nos asoman al abismo de una guerra generalizada de consecuencias impredecibles que supere los límites regionales. El escritor alemán Thomas Mann dijo que la guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz. El siniestro escenario de guerra y destrucción es realmente la historia de un fracaso de todos los actores presentes en la zona y que no han sabido gestionar pacíficamente los problemas de una difícil convivencia de diferentes pueblos, culturas y religiones. Hamás, con los atroces ataques de hace un año, condujo a los palestinos a un callejón de difícil salida. Llevaba daños sembrando semillas de intolerancia y odio en un pueblo maltratado injustamente, aislado y sometido a una ocupación israelí que violaba flagrantemente normas básicas del derecho internacional como ha recogido en distintos dictámenes la Corte Internacional de Justicia. Es entonces evidente que se partía de una situación de una terrible opresión, pero seguro que había otras vías de lucha, no sólo el uso del terror y la violencia ejercida de forma tan cruel y sanguinaria como hizo Hamás.
La respuesta de Israel no ha sido menos brutal. Si bien al principio podría haber existido un cierto margen de utilización justificada de la fuerza armada en recurso a la legítima defensa prevista en la Carta de la ONU, el uso desproporcionado mediante ataques sistemáticos a la instalaciones civiles, de refugio o incluso hospitales constituyen una violación grave de los principios fundamentales que deben regir las relaciones internacionales y probablemente presuntas comisiones de graves crímenes contra la humanidad que deberían ser juzgados para evitar la impunidad con la que se cometen.
Este es quizás el gran problema. Netanyahu se considera totalmente impune. Juega a su favor varios factores. En primer lugar, la fragilidad de las instituciones de gobernanza internacional. La ONU se ha mostrado como un organismo absolutamente paralizado y carente de credibilidad. En según lugar, la debilidad en la capacidad de actuación del presidente de los Estados Unidos en la recta final hacia unas elecciones en las que (afortunadamente) no se presenta. Netanyahu conoce su debilidad y lo aprovecha. En tercer lugar, el contexto global con otras guerras como la de Ucrania o Sudán que ayudan a disolver la atención de una muy fatigada ya opinión pública mundial. Y en cuarto y último lugar, el vergonzoso silencio que roza la complicidad de un buen número de países árabes que abandonaron la causa palestina a cambio de armas y dinero israelí.
Termino con un pensamiento del presidente Kennedy, el hombre tiene que establecer un final para la guerra. Si no, la guerra establecerá un fin para la humanidad
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