Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Un drama
Nuestro territorio es bien conocido por la cantidad de problemas que alberga. Estos, suculentos temas de actualidad para los medios nacionales, son de sobra conocidos en toda España. Sin embargo, pasan los años y los municipios de la comarca sufren los mismos obstáculos que antaño. Da igual contar con un diputado socialista o un senador popular. ¿Qué falla?
Quizás una mirada andalucista o regionalista que contara con fuerza ayudaría a rascar esas medidas que tanto ansiamos para despegar de forma estable. Aunque conocemos un exitoso caso que se conforma con circunscribirse a su parcelita, con sus obvias limitaciones espaciales y de maniobra. Quizás ahí radique la equivocación. Tenemos las mismas dificultades en toda la zona pero cada uno lucha la batalla por su cuenta en Cádiz, Sevilla y Madrid. La contienda, pese a que alguno se contente con pírricas migajas, está perdida de antemano.
Hay muchas maneras de poner en común y aunar fuerzas, desde la política –quizás la opción más difícil por la cantidad de siglas– a federaciones o proyectos urbanos que integren el territorio. En los dos últimos casos, ¿qué impide crear una Liga Hanseática o Nueva Hansa entre la comarca, la Bahía de Cádiz, Ceuta y Melilla? o ¿Por qué no emular el plan de desarrollo de una megaciudad tri-estatal que plantean para Bélgica, Holanda y Alemania?
En el primer caso, implica bastante coordinación. El objetivo final sería una cierta unificación económica, política, social y cultural de los territorios, lo que permitiría también fijar unas demandas concretas para un grupo demográfico con mucho peso. En el segundo caso, conlleva arribar a lo primero de forma paulatina a través del desarrollo de las urbes, por ejemplo, uniendo las bahías gaditanas por tren, conectando a la comarca con el aeropuerto de Jerez de la Frontera y dotando al puerto de Algeciras de la necesaria infraestructura y espacio.
La alternativa más rápida y ágil es la de contar con una fuerza política propia pero se trata de una realidad improbable. Mientras tanto, cada pequeña “republiquita” clama porque la solución caiga del cielo. Infraestructuras decimonónicas, problemas fronterizos, narcotráfico, sequías que amenazan el modelo turístico, museos cerrados, patrimonio cayéndose a cachos, paro estructural y problema de vivienda. Para colmo, a veces nos enfrentamos entre nosotros, como los reyes diádocos. ¿Quo vadis, Campo de Gibraltar?
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