El rearme de España

La colmena

Al ministro de Economía le pusieron deberes, sin titubeos, cuando hace unos días estuvo de visita oficial en la Casa Blanca: es innegociable que España aumente el gasto en Defensa. En plena guerra arancelaria, aun con la tregua de 90 días que Donald Trump ha dado a Europa antes de subir las tasas al 20%, el secretario del Tesoro, Paul Bessent, fue tajante sobre la hoja de ruta que Estados Unidos ha fijado para permanecer (y mantener viva) la OTAN. Si la seguridad es hoy una prioridad a escala global, hay que pagarla entre todos. Bastaron unas líneas de frío y escueto comunicado para evitar ambigüedades sobre el transcurso del encuentro: se acabaron los tiempos en que Washington ejercía de protector europeo como escudo ante Rusia; se acabaron las secuelas del Bienvenido Mr. Marshall.

Ni siquiera Giorgia Meloni, una de las pocas mandatarias a las que soporta Donald Trump, se ha librado del compromiso: el gasto en armamento es el punto de partida para cualquier acuerdo posterior. Ya tenga que ver con el aluminio y el automóvil, con el aceite o con el vino. Tanto es así que fue uno de los primeros compromisos que la ministra italiana anunció públicamente tras reunirse con el presidente norteamericano.

Ya en España, el propio Carlos Cuerpo, el ministro mejor valorado del Gobierno según el último sondeo del CIS, no ha tardado en asumir el gasto en Defensa como una realidad y, solo unos días después de su viaje, aseguraba en una entrevista en prensa que el Gobierno cumpliría “antes de lo previsto”. Es lo que este martes ha ratificado, por sorpresa, Pedro Sánchez. Defensa recibirá 10.471 millones de euros más, hasta los 33.123 millones, en 2025. Además, “no hay nada que pactar” porque no afecta a la senda presupuestaria. Es decir, que aquí no cuenta ni el chantaje de Junts ni el rechazo de Sumar.

Lo cierto es que nuestro país hace tiempo que se había colocado en la diana, una realidad que recogen informes muy serios como el elaborado por el jefe del Ejército de Tierra, el general Amador Enseñat, exponiendo necesidades básicas en equipamientos y modernización y recordando que nos enfrentamos a misiones clave de emergencias y catástrofes.

Pero, de nuevo, llegamos al momento en que se cruzan los datos y el relato. Cuesta creer que una reorientación de la inversión de tal calado (ya se habla de subir al 3% del PIB) no tenga consecuencias. ¿Ni para el gasto social ni para nuestros bolsillos? Habrá que verlo.

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