Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Mi relación más larga se remonta al año 2007, cuando inicio la que a día de hoy es, quizás, mi historia de amor más real. Después de 15 años juntos, he entendido el verdadero sentido del dar y recibir. El valor de una reciprocidad tan pura, que hace que me cueste salir al exterior y observar cómo escasea en cualquier ámbito de nuestra sociedad.
El otro día leí algo que me hizo retomar este tema: "Qué aburrido el amor moderno. Todos tratando de sentir lo menos posible para que el otro no se espante. Demostrar interés hoy día es un acto de vergüenza".
Y echando un vistazo a mi alrededor, me he dado cuenta de que esto es totalmente cierto. Que es muy difícil ser con quien no quiere ser contigo, y que en el desgaste de que "te vean" perdemos una muy valiosa dosis de energía y tiempo.
Energía, porque todo lo que no sea centrarnos en nosotros mismos nos desequilibra y nos agota. No podemos hacer que nos presten atención, así que, ¿Por qué no darnos a nosotros mismos lo que reclamamos al otro?
Tiempo, porque es lo único que no vuelve. Mendigar amor es lo más generoso que existe. Te abres en canal para recibir algo que, puede, no te den nunca. Y lo haces porque lo sientes y porque es la manera más honesta que conoces de iniciar un camino con alguien. Y eso es, minuciosamente, perfecto. Vívelo, explóralo, pero no le dediques más tiempo del que necesites para entender que el amor no es eso. Donde no fluye, ahí no es. Ya sea con una posible pareja, amistad, con un familiar, etc.
Y al reconocer todo esto en las relaciones ajenas, vuelvo a casa y me lo encuentro a él. Pequeño, pero inmenso a la vez. Incondicional y con una capacidad magistral de devolverme la sonrisa con solo un lametazo. Quien me conoce sabe que hablo de Zipy, mi perro. Su lealtad y su forma de intrerpretarme me conmueve y me sorprende a partes iguales. Y puede que, gracias a lo que él me ha mostrado en estos años, no pueda conformarme con menos en cualquier tipo de conexión. Y no es que esté comparando a un animal con una persona, no… Ya quisiéramos nosotros parecernos a ellos… Lo que pasa es que Zipy me recuerda día a día lo esencial y a lo que no debo renunciar de mí. Conmigo.
La verdad es que no sé si sabré aplicarlo en la llegada de alguien especial, lo único que sé es que mi compromiso con la empatía, la lealtad y la comunicación es intachable.
Y posiblemente, mi perro no me haya enseñado todo eso, pero lo he aprendido a través de su amor incondicional, y cuando alguien aprende a base de amor, amigo, de ahí solo pueden salir "cosas" magníficas.
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