Al microscopio
Ana Villaescusa
Ser maestra en la franja de Gaza
Anadie se nos oculta que la política de hoy día viene marcada por la “construcción del relato”. El que consiga que su relato triunfe se queda con la mano… y con la gente. Esta dinámica, iniciada en los más elevados cenáculos del poder, se ha ido extendiendo por todos los niveles, alcanzando hasta aquellos lugares en los que la cercanía de la gestión diaria a la ciudadanía, y su consiguiente y afortunada transparencia, nos permitían soñar con que la búsqueda de la verdad sería una seña de identidad perpetua. Me refiero, obviamente, a la política municipal. En el caso de La Línea la obsesión por la construcción del relato inunda el día a día de las redes sociales. Se pudo comprobar hace poco respecto de la rehabilitación de la parroquia de La Atunara. Y más últimamente con los sucesos del cancelado Festival (Mundial, nada más y nada menos) de Foodtrucks de la Explanada.
¿Habían estudiado con seriedad los responsables municipales los beneficios y perjuicios que este evento iba a producir? ¿Había acuerdo entre Ayuntamiento y organizadores sobre la cuestión de la limpieza? ¿Cuáles son las verdaderas razones de su suspensión? Como suele ser habitual en estas batallas por la construcción del relato, el objetivo de las parte contendientes es conseguir “quedar bien” ante la opinión pública. La verdad y el servicio público son siempre cuestiones menores y colaterales, perfectamente prescindibles. Curiosamente, estas dos cuestiones son, precisamente, los dos aspectos que deberían ser el santo y seña de cualquier persona que se dedique a la política. Por supuesto a la Política con mayúsculas, y no a la politiquilla que nos está asolando. Tristemente, corren malos tiempos para esta lírica.
Y en ese asunto, lo verdaderamente importante, y a lo que nadie se ha referido, es que no resultaba razonable organizar en el centro de la ciudad un evento que iba a impedir el descanso de sus vecinos durante varios días seguidos hasta altas horas de la madrugada. Cualquier poseedor de un mínimo de sentido común lo sabe. Para realizar este tipo de actividades hay numerosos sitios alternativos donde veraneo, ocio, negocio y descanso pueden conciliarse. Este debería ser el centro del debate. Lo demás no dejan de ser cortinas de humo que, tanto en este como en otros asuntos diarios de La Línea, hacen un flaco favor a la convivencia.
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