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Leni Riefenstahl fue una actriz, cineasta y fotógrafa alemana que tras iniciarse actuando en películas de exaltación de la naturaleza como La montaña sagrada (en los 18 meses que duró la filmación aprendió a esquiar y escalar en los Alpes suizos) y El gran salto (rodada en los Dolomitas), se pasó a la dirección para hacer en 1931 La luz azul de la que fue protagonista principal además de guionista.
La película impresionó a Adolf Hitler, emergente líder del nacionalsocialismo que, cautivado por su trabajo, le encargó, a pesar de no tener experiencia en el género, los documentales de propaganda del partido que un año después se haría con el poder. El más conocido de ellos es El triunfo de la voluntad sobre el Congreso del Partido Nazi de 1934 que se desarrolló en las imponentes estructuras arquitectónicas de Núremberg y en el que participaron más de un millón de alemanes. Su innovadora manera de rodar con tomas aéreas, grandes panorámicas, cámaras en movimiento, empleo de teleobjetivos y un revolucionario enfoque en el uso de la música (en especial de Wagner) lo han convertido en una obra maestra del cine documental y en un testimonio de la habilidad y el talento de Leni Riefenstahl. Su genialidad se volvió a poner en evidencia en Olympia el documental sobre la Olimpiada de Berlín de 1936 que revolucionó el tratamiento de las actividades deportivas con el empleo exhaustivo del travelling, el uso de la cámara lenta, las tomas bajo el agua o los agresivos ángulos de filmación en picado y contrapicado.
Sin embargo, el reconocimiento objetivo de sus cualidades técnicas y estéticas se verá condicionado por sus explicitas simpatías nacionalsocialistas, así como por su admiración confesa del Führer: “Para mí, Hitler es el hombre más grandioso que jamás ha existido”. Aunque nunca perteneció al partido nazi, alegaba desconocer las atrocidades del Holocausto y no fue encontrada culpable en ninguno de los juicios que se efectuaron al acabar la guerra en los que la etiquetaron simplemente de simpatizante de los nazis (mitläufer), su colaboración con el régimen quedó como una mancha indeleble que impidió que se le reconociesen sus aportaciones cinematográficas que, sin duda, están a la altura de las de Griffith o Eisenstein.
“Mutatis mutandis” algo parecido le ha ocurrido al recién estrenado futbolista del Real Madrid, Mbappé, un contrastado prodigio en cuestiones balompédicas, pero todo un diletante en asuntos políticos. Como en el caso de Leni, su amistad con el presidente Macron, le ha empujado a trasladar su indudable crédito futbolístico al proceloso mundo de la política. Ojalá su aventura en el liderazgo político no lastre su liderazgo deportivo.
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