Andar y contar
Alejandro Tobalina
Sincericidas
Uno de los ríos más caudalosos del Mediterráneo, el río Guadiaro, se muere con la connivencia de las administraciones públicas y el sector privado. La planificación hidrológica se ha caracterizado por el clásico liberal del laissez-faire para los particulares y empresas, junto a la irresponsabilidad política, rastreable desde San Roque hasta el Palacio de San Telmo, en Sevilla.
¿Cuántos veranos hemos asistido al mismo teatrillo del cierre de la bocana? Obviamente, sabemos el guion: Vecinos denuncian, el Ayuntamiento y la Junta se señalan mutuamente y finalmente, coincidiendo con la llegada de la temporada de verano, el Consistorio a regañadientes se pone manos a la obra.
Las administraciones públicas llevan años asociando la falta de caudal a las malas temporadas de lluvia, exonerando la explotación que se realiza de las aguas que discurren, salvaguardando el modelo económico que les ha aupado desde los años 60, el turismo de lujo. Sacrificamos un río por tres meses de fábula para unos cuántos foráneos. El resto del año, los ciudadanos han de aguantar.
No es extraño para un habitante del Valle del Guadiaro, Jimena o Tesorillo que más de una vez al año el agua corriente de casa salga con un tinte amarillento o incluso rojizo; aunque Arcgisa argumenta que no es peligroso, que solo son altas cantidades de hierro y manganeso que han enturbiado el agua debido al bajo nivel de los embalses.
Marta Aragón, personal asociado al departamento de Mecánica de Estructuras e Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Granada, expone en sus trabajos los motivos clave para entender el déficit hídrico del Guadiaro y el cierre continuo de la bocana: El cultivo del aguacate, las tomas ilegales, el mantenimiento de campos de polo y golf, el llenado de piscinas de la macrourbanización colindante, el Puerto de Sotogrande y los espigones, que han cambiado la dinámica costera y trasladan la erosión a la zona contigua y la propia erosión antrópica y los márgenes enrigecidos.
La Junta y el Consistorio sanroqueño pugnan por la creación de un puente peatonal entre las poblaciones de San Enrique y Guadiaro, paradójicamente, ya existen tramos en los que uno puede cruzar a pie el río sin encontrar un mísero charco a lo largo de casi todo el año. Nuestro particular Don’t look up! esta aquí, ante nuestros ojos, el río desaparece pero algunos solo quieren ver los beneficios del modelo actual.
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