Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Hace tiempo leí (o eso creo recordar) una historia digna de Las mil noches y una noches que venía a decir que murió un magnate del petróleo y fue al cielo. Allí, San Pedro le dijo que a pesar de sus riquezas les constaba que había sido una persona justa con sus trabajadores (tengamos en cuenta que es ficción) y había acometido muchas y muy buenas obras, así que su lugar era ése; pero se daba la circunstancia de que habían fallecido recientemente muchos de sus compañeros de profesión y se habían visto desbordados. No habría durante varios milenios espacio para él en su destino eterno.
El hombre, apesadumbrado, le preguntó a San Pedro si le permitía al menos entrar a saludar a sus amigos, a lo que el guardián de las llaves celestiales accedió sin mayores problemas.
Unos minutos después, la totalidad de sus colegas salió practicamente en estampida en dirección al infierno ante el estupor del santo; éste no tuvo más remedio que satisfacer su curiosidad por lo que le preguntó al aspirante a morador cuál era la causa de una huida masiva como la que estaba presenciando.
El magnate le dijo que era sencillo, les dijo a todos que había oído el rumor (no podía afirmarlo con rotundidad, puesto que él no mentía) de que se había encontrado petróleo en el infierno. Ante tal descubrimiento, poseídos por el veneno de sus muchos años de perforar la tierra, todos cogieron sus petates y salieron sin decir ni pescao frito. San Pedro se quedó estupefacto ante tal argucia y le dijo que técnicamente no había mentido, con lo que, al disponer de nuevo de espacio para los de su profesión, podía entrar y acomodarse cual mejor le plugiera.
El magnate, en cambio, miró fijamente a los ojos a su anfitrión y, muy serio, le dijo que no, que él también se iba al infierno con sus congéneres. San Pedro no salía de su asombro y le tuvo que preguntar la razón de que una vez con espacio y méritos, decidiera él también bajar al averno, puesto que no le veía lógica alguna a su decisión.
Éste, con un rictus de astucia, le contestó “¿Y si es verdad y se ha descubierto petróleo en el infierno? Que lo más probable era que no, pero ¿y si sí?”.
Lo curioso es que en los meses siguientes San Pedro no dejó de leer en el “Chronicle Botero’s calderas”, acreditado digital, que lo del petróleo iba viento en popa. A su vez, los sesudos analistas del digital no hacían sino loar las bondades del rumor. Por supuesto se produjeron continuos rifirafes con quienes decían que era una trola descomunal, pero el argumento definitivo se impuso al final, ya que ¿cómo iba a estar tan equivocada tanta gente de peso si además era lo que todos creían adecuado?
En el cielo, eones después, aún no terminan de dar crédito.
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