Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
Hace pocos días, la revista PNAS especializada en ciencia publicaba un artículo de Nadia Dravon, investigadora de la Universidad de Harvard y geóloga de la Tierra primitiva. Su campo de investigación engloba varios aspectos, ampliar la comprensión de la formación de la corteza durante el Hadeico y el Arcaico (de 4.570 millones de años a los 3.800 millones de años en los que da comienzo el Arcaico), evaluar los procesos de la vida temprana registrados en determinadas rocas, estudiar la relación de las perturbaciones ambientales con su impacto sobre la biosfera y, por último, caracterizar los procesos tectónicos poco comprendidos del periodo Arcaico.
La autora defiende la teoría de que los impactos de meteoritos gigantes durante la historia temprana de la Tierra probablemente tuvieron efectos significativos en la incipiente vida existente en ese periodo. Su investigación se ha realizado en la llamada Formación Fig Tree (Cinturon de rocas verdes de Barbeton, en Sudáfrica) Esta formación contiene rocas de las más antiguas del planeta con fósiles de formas de vida microscópica de hace 3.200 millones de años. Los fósiles hallados en esta zona del planeta, preservada a pesar del efecto destructor de la tectónica de placas, se consideran algunos de los organismos más antiguos conocidos en la Tierra.
El estudio de las rocas del periodo Arcaico registra al menos 16 eventos de impacto importantes que involucran meteoritos de más de 10 kilómetros de diámetro. El llamado meteorito S2, al que se refiere este artículo, impactó en la Tierra hace 3.260 millones de años y se le supone un tamaño 200 veces mayor que el que hizo desaparecer a los dinosaurios. Su impacto dejó suficiente rastro para poder estudiar sus consecuencias, un tsunami gigante mezcló aguas profundas ricas en hierro con aguas poco profundas pobres en hierro y arrastró desechos a las zonas costeras, se produjo el calentamiento que originó la evaporación parcial de las aguas superficiales del océano y motivó un importante aporte de fósforo procedente de la pulverización del meteorito.
Todo esto, unido a que la Tierra se oscureció y la atmósfera se calentó, tuvo consecuencias fatales para los organismos fotosintéticos y, probablemente, un efecto negativo para muchas formas de vida incipiente; pero pudo favorecer a otras que utilizaban el hierro en su metabolismo y pudieron también aprovechar ese aporte extra de fósforo. Algunos de los estudiantes participantes en este estudio consideran que el meteorito “fertilizó” la Tierra acentuando la diversificación de los microorganismos existentes. Nadia Dravon concluye así su estudio: “los impactos de meteoritos gigantes, típicamente vistos como agentes de destrucción y extinción, aportaron beneficios transitorios a la vida en las primeras etapas de la historia de la Tierra. Nuestro trabajo sugiere que a escala global, la vida temprana puede haberse beneficiado de una afluencia de nutrientes , así como de nuevos entornos, como resultado de eventos de impacto importante”.
También te puede interesar
Andar y contar
Alejandro Tobalina
Rutina
En tránsito
Eduardo Jordá
Linternas de calabaza
Por montera
Mariló Montero
Los tickets
El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto