Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Vivimos estos días con intensidad unas celebraciones, religiosas para unos, mitológicas para otras, festivas –sin más– para una gran mayoría e insoportables para otro sector.
La globalización ha hecho su trabajo y así conviven renos árticos con camellos de los desiertos y un incansable burrito que, al parecer, proviene de las sabanas de Sudamérica. Igualmente, los paisajes nevados se han extendido por cualquier parte del mundo, incluido el verano del hemisferio sur. Y el niño, como siempre, en cueros. Pobrecito.
Un galimatías climático que ríete tú del cambio, porque también la flora que acompaña al evento, compuesta por abetos, musgos, acebos, muérdagos… es propia de zonas de montaña, de climas más bien continentales. Pero también está ese superviviente que es el pascuero, originario de Centro América, que trata de aferrarse a la maceta y aguantar, al menos, hasta las rebajas de enero. ¿Estamos ante una dicotomía? ¿Una paradoja? ¿Sería aplicable al caso el principio de no contradicción de Aristóteles?
Pero no hay que preocuparse, que para eso está China. Según la ONU, el gigante asiático es responsable de casi el 90% de las decoraciones y adornos navideños que se exportan en el mundo. Porque luces y sus bailes, musiquillas –lo dice alguien que vivió años en la zona donde se ponían en bucle los villancicos, días enteros, durante semanas– animaciones, proyecciones y un largo etcétera de brilli brilli, convierten a nuestros pueblos y ciudades en unos espacios en los que resulta difícil habitar los casi dos meses que duran los fastos.
Eso sí, una armonía universal en lo que a culturas se refiere, porque Reyes de Oriente que han abandonado sus reinos sintiendo el irrefrenable impulso de seguir a una estrella y señores mayores del Norte estimulados por la chispa de la vida de una conocida bebida, comparten protagonismo en ese otro aspecto primordial que son los regalos. Y aquí no hay que elegir, hay obsequios en nombre de todos. Porque estamos en uno de esos asuntos en los que, cuanto más, mejor; preferibles los grandes a los pequeños, los caros a los baratos. No obstante, agencias de noticias sociales, como Servimedia, afirman que al 81% de los españoles no les gustan los regalos recibidos y desean descambiarlos. Las cifras aumentan cuando se trata de esa ruleta rusa que es el amigo invisible.
En fin, nada que no se arregle con unas cuantas buenas comidas, sobredosis de mariscos, carnes, dulces y de imitar a los peces en el río que beben, por ver a dios nacío, que imagino que no será otro que el Consumo. Estoy por asegurar que lo que no ha hecho la santa madre iglesia, lo hará el mercado.
A pesar de todo, me uno a los buenos deseos: ¡Qué tengan salud yalegría!
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